jueves, 31 de julio de 2008

Viaje espiritual

Pase lo que pase al final, dijo ella, no quiero perderte como amigo. Él la miró a los ojos: Te prometo que nunca seré tu amigo, en ningún caso, jamás. Su voz se quebró. Si follamos, mañana estaré hecha polvo. Eso no me importa, dijo él y le quitó la blusa por la cabeza. Te quiero, dijo ella, nunca te hice daño a posta. Él asintió. Me da igual. Al final no viajaría a Italia.


Buscamos lo desconocido en un tren, con una actitud abierta, diciendo sí a todo aunque sea chocante y pueda doler. ¿De acuerdo? Buscamos unir de nuevo los lazos entre nosotros. ¿Por qué no nos hablamos desde hace un año? Justo desde la muerte de papá. ¿No son esas las gafas de papá? Sí, él quiso que yo las tuviera. Pero si están graduadas, no sé cómo puedes ver. ¿Qué te ha pasado en la cara? Eso no importa. Os quiero, nunca os lo digo, pero sois las personas más importantes de mi vida. ¿Qué es eso que tomas? El calmante más fuerte de la India. Dame. Ten cuidado, no se puede tomar más de una gota. ¿Queréis leer un cuento que escribí en Francia? ¿Es muy largo? No importa. Quien quiera sopa que levante la mano. Me pone esa azafata. Déjame el cuento. ¿Se supone que es triste? Eso creo. No me entusiasma esa parte en la que empiezo a gritarle al mecánico. Eso no pasó. Son personajes ficticios. Perdonadme, voy al baño. Y en el baño releyó el cuento, no podía contener las lágrimas.

Cuando uno tiene hermanos entiende todas estas frases inconexas, sea en un tren en la India o montado en una moto. A veces los hermanos pierden el contacto y necesitan de unos raíles para reconducirse. Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007) ahonda en las relaciones familiares, aunque claro está, de forma muy peculiar. Francis (Owen Wilson), el mayor, tiene la cara destrozada, ha organizado el encuentro y busca su sentido de la vida. Peter (Adrien Brody) se plantea con terror cómo será su futuro como padre del hijo que va a tener. Jack (Jason Schwartzman), el pequeño, acaba de romper una relación y está deshecho. Los tres viajan en el Darjeeling Limited, un tren que atraviesa el Himalaya. Pararán para encontrar la espiritualidad en templos llenos de dioses de colores chillones, en humaredas de incienso, mercados abarrotados y millones de cigarrillos. Pero el destino final es encontrar a su madre (Anjelica Huston), ausente durante años, que es misionera en un monasterio en las montañas.

Psicotrópica, pop, colorista y caótica, como la India pero entregada y sincera, Viaje a Darjeeling ha sido para mí una revelación. Tiene unos diálogos inteligentísimos, buena y mala leche en su humor y profundidad de contenido, algo muy extraño en una comedia. Pero es que no es comedia del todo, porque su punto de inflexión es dramático y tremendamente amargo. Habla de relaciones familiares, que son las más difíciles, por el hecho de que son impuestas por la sangre. Habla del sentido de la vida, que no se puede planificar en itinerarios plastificados. Habla del amor perdido, de las responsabilidades de la edad y de cómo debemos asumir quienes somos, aquí y en todo momento, para mirar al pasado sin rencor y al futuro con esperanza. Feliz viaje y feliz encuentro.


La banda sonora es otra de las joyas de la película. Mezcla canciones de los 70 con música de películas indias. Para muestra, os invito a escuchar la canción final: Les Champs-Élysées de Joe Dassin.

lunes, 28 de julio de 2008

Barrio de Maravillas

La realidad es una hidra de cien cabezas o es, más simplemente, un cuerpo con innumerables puntos de vista.


Madrid 1914; Elena e Isabel leyeron en el periódico en grandes letras:

DECLARACIÓN DE GUERRA DE ALEMANIA A RUSIA. MOVILIZACIÓN GENERAL EN FRANCIA.

Tan grandes y asustados titulares que recorrían todo el barrio de boca en boca, exactamente igual como cuando hacía un par de años asesinaron a Canalejas en plena Puerta del Sol. Noticias que no entendían, pero con las que se transmutaban las caras de los que la recibían. Nada comparables a los requiebros de Luisito desde la farmacia en el chaflán de la calle San Andrés y San Vicente. Nada a las penas de la pobre Piedita, ni a los aires de gran señora de doña Laura. Eso eran noticias de verdad, de adultos, noticias de las que cambian el mundo. Aunque Elena sólo supo de su importancia cuando volvió a Madrid y ya no existía el barrio. Sí las calles, las casas, la farmacia pero no el Barrio de Maravillas donde vivió su adolescencia, plagada de pucheros, libros viejos y patios ruidosos. En ese momento, por lo bajinis, las vecinas en la pollería aún comentaban la última representación de gran María Guerrero.

Rosa Chacel sufrió el exilio, dejó Madrid en 1938 y no volvió definitivamente hasta 1974, donde residió hasta su muerte. El primer libro que publicó a su regreso fue Barrio de Maravillas (1976). Me imagino que el barrio de Malasaña en los 70 distaba mucho del de principios del siglo XX, pero no necesito pintarlo desde la realidad sino desde su recuerdo. Precioso homenaje a un mundo, un barrio y una España que se consumieron con los años y la Historia. No se dedicó Chacel a grandilocuencias, ni a hazañas, simplemente describió a precisas pinceladas la vida que disfrutó, llenas de serenos, hojalateros, míseras profesoras de piano, fisgonas vecinas, niñas pobres que vivían como ricas y fiestas de carnaval de papel de seda. Como las hacendosas costureras de su edificio, en pequeñas puntadas nos remata un barrio entero, barrio de un Madrid hoy dedicado a la postmodernidad, lejano y ajeno. Una novela que demuestra que no todo el exilio es olvido, que por una vez también quedaron maravillas.

Imágenes: Azulejos de la Farmacia Juanse, fundada en 1892, en pleno barrio de Malasaña.

martes, 22 de julio de 2008

La observadora / El observador

El auténtico observador contempla tranquila y despreocupadamente los nuevos tiempos revolucionarios.

Es una amiga, hoy cena con nosotros. Perfecto. Dos besos. ¿Qué quieres de beber? Me mira. Sus ojos se han parado en mí. Sigue los movimientos de mi boca cuando hablo. ¿Qué observa? Debo de tener algo de comida entre los dientes. Me llevo la palma de la mano a la boca para disimular y repaso con la lengua cada uno de los dientes. Creo que ya está. Sonríe satisfecha, era eso. Frunzo el ceño. Vuelve a sonreír. Miro al resto de personas, comen y charlan animadamente. El vino empieza a hacer efecto. Lo noto. Río a carcajadas con alguna tontería que he escuchado. Siempre río a carcajadas cuando bebo. Hace alguna observación graciosa y aprovecho para mirarla yo también. Cruzamos las miradas. Rápidamente la retiro. Me pone nervioso. Hago como si no pasara nada. Hablo, gesticulo, se fija en mis manos. Me las llevo debajo de la mesa para esconderlas. La observadora me tiene encañonado. Tiene unos ojos bonitos, pero no encuentro claridad en su mirada. Son ojos turbios. Estoy deseando que termine la cena.

No conozco a nadie, qué compromiso. Beberé vino yo también, gracias. Pero poco, el vino siempre me da sueño y no quiero bostezar aquí. ¿Cómo se llamaba el chico que tengo enfrente? Me lo han presentado pero no me acuerdo del nombre. Lo miro, a ver si me viene a la cabeza. Cree que tiene comida entre los dientes, jajaja. Se conocen todos en la mesa, soy la única que sobra. Me miran fijamente. A este chico creo que lo conozco, me resulta familiar. ¿De las clases de inglés? No, no. Da igual. Debo integrarme, no quiero que piensen que soy estúpida. Digo algo gracioso. ¿Por qué me mira así? No voy a ser menos. ¡Ah cobarde! has retirado la mirada. Tiene las manos bonitas. Siempre me fijo en las manos de los hombres, me gustan. Empiezan a contar anécdotas de gente que no conozco. Miro al infinito. Mañana tengo muchas cosas que hacer. Mi amigo me pregunta si estoy bien. Disimulo. Sí, perfecta, no te preocupes por mí. Pero con la segunda copa ya me está entrando un sueño horrible. Estoy deseando irme a casa.

domingo, 20 de julio de 2008

Brillante y estrella

El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo.


Nunca se me ocurriría ser malagradecido, es una de mis máximas, porque dar las gracias no supone ningún esfuerzo y aunque a veces no necesitas darlas, hacerlo nunca está de más. Sin embargo, a la isla de Capri han llegado recientemente un par de mensajes guardados celosamente en sendas botellas. Leí el primero discretamente y lo escondí, por vergüenza de sentirme satisfecho. Después llegó otro y pensé hacer lo mismo. Pero supuse que a los autores de esos mensajes que se fijaron en esta isla como destinatario les gustaría que les contestara, a modo de agradecimiento. Ahí va mi mensaje al mar:

Ulysses, el mítico navegante, algún día arribó con su barco a la orilla de Capri, a pesar de que ya había terminado. Deduzco que disfrutó de la luz de este rincón anclado en el mar porque volvió y me regaló el Premio Brillante Weblog 2008. Fue una sorpresa, porque en su anterior visita fue silenciosa. Yo, como a todos, les dejo a su aire, que cada cual encuentre su sitio. Así, con algo de retraso, le agradezco este brillante premio. Como en otros premios, este tiene cierto protocolo. Y a pesar de que muchos no sois partidarios de ellos, voy a seguir la cadena para así dar mi particular contribución a blogs amigos que por una u otra razón me han llamado la atención. Por supuesto, el orden no es significa nada:

  • Bajo el signo de Libra, escrito por Pe-jota. Brillante como la constelación que le da su nombre, Pe-jota es uno de los habituales de esta página y yo de la suya, porque siempre me sorprende con sus estímulos y conocimientos. No hay nada que pueda encontrar en su página que no me interese leer o profundizar, y eso en sí es ya un premio.

  • Dame mi poderes!!!, escrito por Caufield. Es seguro como un superhéroe en apuros, nunca falla, cuando entro en su guarida me teletransporto a una realidad paralela llena de ingenio e ideas. No sé como se las arregla ahí dentro pero merece todas las visitas del mundo.

  • Boys must cry, por Cure of Love. Los chicos deben llorar, no sé muy bien porqué, pero llorar es muy sano. Mi querida Cure lo sabe muy bien, como también sabe que todo es tan obvio que debemos buscar caminos nuevos para no morir de aburrimiento. Así lo consigue.

  • De aquí a Lima, por Strawberry Roan. De aquí a Lima hay mucho trecho, tanto que podemos amenizar el viaje con cuentos. Déjate seducir por las historias sobre reptiles, sobre ciudades, sobre nosotros... así llegaremos al Perú lleno de riquezas.

  • Cosmonauta, escrito por Cristina. Viajar a las estrellas siempre fue el sueño de la Humanidad, y esta cosmonauta nos acerca las estrellas en su página haciéndonos recordar lo brillante que son y la razón de porqué siempre quisimos visitarlas. Cuidado con la gravedad cero...

  • Atikus. Hay un ático lleno de películas, clásicas y no tan clásicas. Me encanta rebuscar allí porque me encuentro las latas con sus rollos y algunos de los mejores comentarios sobre cine que puedo encontrar en este caótico mundo blog. Lo clásico nunca muere, como él, que va camino de serlo, porque sabe de lo que escribe y lo hace muy bien.

  • Tiempo de reflexión, por Lúcida. No hay nada absurdo en su cabeza, todo es lúcido y brillante (como este premio) y siempre hay música que nos acompañe a la reflexión. Nos ofrece en su página pequeñas razones de la vida, puestas en fila, para que las tomemos si es nuestro deseo.

Nomolamos, dice su blog, estoy de acuerdo con ella, nunca he molado, pero sé que a ella le molo un poco y ella me mola a mí también. Me regala con sus visitas a menudo, con sus acertados comentarios y hoy me ha regalado también un Premio Blog Estrella. Así que no sé que hacer con tanta generosidad. Ojalá la pudiera corresponder con toda la suerte que escondo en mis bolsillos, con los ánimos que guardo junto a mi ropa, con el tiempo libre que me sobra cuando me echo la siesta. Ojalá todo eso fuera transferible, porque sin duda iría a ella. Muchas gracias!!!

Pongo las primeras estrellas en mi particular avenida de la fama. Cualquiera de los agraciados que se quiera corresponder a alguién con este premio es libre de hacerlo:

  • Letras desvestidas, de Eva al desnudo. Eva está al desnudo, como sus letras, que dejan cualquier tela que las pueda confundir para exhibirse en todo su esplendor, desnudas, como las verdades. Pero Eva no está desnuda por completo, se viste de letras a su alrededor, lista para cualquier ocasión, es un placer visitarla.

  • Cuando el arte ataque, de JLO. Cuando el arte ataque es mi favorito de los muchos blogs que lleva JLO desde Argentina. Va sobre cine y música, pero siempre desde un punto de vista personal que me encanta. El diseño del blog, además, está muy cuidado. Toda una estrella merecida.

  • Lula Fortune. Afortunado me sentí de encontrar la fortuna en Lula. Es tan cariñosa, tan esquiva como la suerte, tan inteligente, que siempre espero un punto extra en su página. Y siempre lo encuentro...

  • Tiburones en Korador, de Justo. El océano está lleno de tiburones, todos los sabemos. Podemos perecer de una de sus dentelladas pero no podemos dejar de admirarlos. Desde el barco y a salvo admiro sus destrezas, sus giros, sus coletazos, todo es poder en los tiburones, todo me llama la atención de ellos.

lunes, 14 de julio de 2008

El futuro que no fue

El futuro no es ya lo que solía ser.

Arthur C. Clarke

Año 2008: Mi vehículo aeropropulsado está otra vez en el taller. Desde luego, no hacen las cosas como antes. Cojo mis pastillas-almuerzo, mi memoria portátil y decido llamar a un aero-taxi. Se ilumina a mi orden la pantalla del teléfono y una telefonista muy guapa de uniforme me atiende. Sin embargo, su voz metálica me hace darme cuenta de que es un robot. Enseguida estará en la puerta de su apartamento, señor. Conoce perfectamente mi dirección. Cada vivienda está controlada vía satélite y con sensores de calor para saber cuantas personas viven en ella. El sistema de aseguramiento de la población es impecable. En la pantalla multiusos compruebo el estado del tráfico. Será mejor utilizar la aerovía B, aunque dé un pequeño rodeo, está menos colapsada. Están perfeccionando una especie de teletransportadores, que espero que pongan en funcionamiento en breve, eso mejorará el tráfico por las mañanas. Echo una última ojeada a la habitación, pocos muebles, de siluetas suaves, metálicos. Ya están algo pasados de moda, debería cambiarlos. Creo que se llevan las formas más orgánicas. Esta noche veré el canal de decoración. El taxi está fuera, debería irme.

Durante buena parte del siglo XX, hemos imaginado como sería el siglo XXI, normalmente con muy poco acierto. Creo que va en la naturaleza humana, la inquietud de querer conocer que es lo que sucederá en un futuro. Retrofuturismo, cyberpunk, ucronías, utopías y distopías, algunas miradas desde la más imaginativa ciencia ficción y otras desde un racional escepticismo. Existieron los que sólo pretendieron divertir y divertirse diseñando ropas metálicas o casas en el espacio con locas formas y los que pretendieron criticar su momento disfrazándolo de futuro. Otros artistas lo tomaron muy en serio, pensaron que en sus manos estaba cambiando el arte, la arquitectura, como el constructivismo soviético de El Lissitzky u otras vanguardias. Es interesante comprobar como se equivocaron todos, que en 1984 ningún mundo feliz nos acechaba y que las colonias lunares siguen retrasándose. Mientras todo va cambiando a pasos muy cortos, podemos seguir probando suerte. Eso es lo bueno, el futuro sigue siendo un enigma.



Imagen: Ilustración de 1956 para novela del escritor ruso de ciencia ficción Alexander Kazantsev.
Vídeo: El futuro puede ser muy divertido si seguimos el ritmo de la muy retrofuturista Raquel Welch.

martes, 8 de julio de 2008

Nunca podremos

La conocen los que la perdieron,
los que la vieron de cerca, irse muy lejos
y los que la volvieron a encontrar,
la conocen los presos.
La libertad.


Podríamos hablar de palomas al vuelo, de cadenas rotas, de mordazas arrebatadas. Podríamos citar a todos los que fueron secuestrados, rehenes, prisioneros, de la fuerza física, del poder real o fáctico. Podríamos hablar de justicias e injusticias en el mundo que fueron y serán. Podremos ser escépticos y decir que quien se crea libre en este mundo semifeudal es un iluso, que sigue habiendo grilletes y techos de cristal. Podremos teorizar sobre la esclavitud luciendo ropa de marca cosida por niños del Tercer Mundo. Podremos vivir en nuestra burbuja de necesidades perentorias con esa insatisfacción del consumista siempre rondando sobre la cabeza. Podremos encontrar paraísos artificiales a los que escapar de vacaciones, creyéndonos únicos y afortunados. Podremos vivir felices, sumergidos en la ignorancia, en la ambición o en cualquiera de los pecados capitales de este siglo. Podremos aferrarnos a ideas y morir por ellas o por el contrario ser indiferente a lo que pasa a nuestro alrededor como estatuas de mármol. Podremos alegrarnos por ver pasar la vida de nosotros mismos y los que nos acompañan. Podríamos asistir al gran teatro del mundo con nuestra mejor máscara y aplaudir con decisión. Podríamos creer que los monstruos no existen, que sólo son un cuento para asustar a los niños.
Pero nunca, nunca, nunca podremos sentir, ni siquiera imaginar lo que sintió Íngrid Betancourt y sus compañeros cuando fueron liberados de ese cautiverio en la selva, injusto, inhumano y voluntariamente prolongado. Supongo que ésta es la mejor recompensa que esas personas se merecen.

La ex-candidata a la presidencia colombiana, Íngrid Betancourt, junto a otras 14 personas, fueron puestas en libertad el 2 de julio de 2008, gracias a Operación Jaque de las Fuerzas Militares de Colombia. La guerrilla de las FARC prolongó su secuestro durante seis años, cuatro meses y nueve días. Espero que el tiempo robado a la vida de esta mujer le sea devuelto con un futuro muy próspero.

sábado, 5 de julio de 2008

La culpa escondida

Lo que se barre debajo de la alfombra, algún día termina por poner la alfombra en movimiento.


No ocurre nada aparentemente, sólo los pequeños hechos de la vida diaria en la calle, el cartero dejando las facturas en el buzón, la anciana vecina paseando su caniche, los coches ocupando los huecos junto a la acera... Todo grabado en una cinta de vídeo, enfocando una casa, nuestra casa. Nos vigilan. ¿Qué pretenden? No hay ninguna amenaza, pero es enteramente amenazador. Llamemos a la policía. ¿Para qué? Se reirían de nosotros. ¿Qué hacemos? De momento, únicamente esperar. Con impotencia, la mujer mira al frente, sentada en el sofá del salón. No puede creérselo. El marido está igual. Sólo un pequeño dibujo infantil acompaña a la cinta como pista. Le resulta vagamente familiar. Pero es imposible, todo eso ocurrió hace muchos años, está ya olvidado, enterrado. Busca con detalle alguna pequeña referencia a la sospecha que tiene en la cabeza, pero en la cinta no hay nada reseñable, sólo la fachada de la casa. Ella se levanta, sigue atónita, y empieza a deambular nerviosa. ¿Qué buscan de nosotros? Nunca le hemos hecho mal a nadie, le dice a su marido. ¿Nunca? piensa él, intentando no mostrar su cara de preocupación. Algunos cabos comienzan a enlazarse.

Caché (Escondido) (Michael Haneke, 2005) pasa de ser algo más que una película de intriga. Se pregunta constantemente sobre cuestiones que normalmente ni aparecen unidas al suspense. Cuando una amenaza, en otras películas, se cierne sobre los protagonistas, casi ni importan las razones porque son delirios de perturbados, obsesionados o psicópatas. Pero en esta, la amenaza no cae de sopetón sino que se dosifica en cintas o dibujos, desquebrajando la frágil armonía de una familia de clase media-alta. Es curioso como parecemos inexpugnables como castillos y luego la más mínima alteración convierte nuestra fortaleza en un castillo de naipes. Eso ocurre en Caché, donde Georges (Daniel Auteuil) y Anne (Juliette Binoche) viven plácidamente en su burbuja burguesa con las mínimas preocupaciones derivadas de la superficialidad y de pronto algo retorna del pasado. Una especie de venganza sutil, un aviso de que saben quiénes son, dónde viven y cómo se mueven. Las incipientes sospechas de Georges se van convirtiendo en certezas con el paso de los días. Surge la culpa. Alguien con el que se portó mal en la infancia vuelve para hablar con él.

Tendemos a encerrar nuestros errores del pasado en una habitación de la que perdemos la llave. Es un mecanismo lógico de autodefensa. Sin embargo cuando algo se mueve dentro, sufrimos una culpa tremenda, queriendo arreglar lo ya irreparable. Tememos que nuestra formada reputación se volatilice por una locura de juventud o similar, pudiendo llegar a cometer errores nuevos para tapar el anterior, con la desmejora de que esta vez sí somos plenamente conscientes de que hacemos algo mal a sabiendas. Defendemos con uñas y dientes nuestra indulgente tranquilidad burguesa, dando la espalda a tantas cosas que ocurren en el exterior. ¿Hasta cuándo te acompañan los errores? Los errores se van desdibujando con el paso del tiempo. La culpa siempre permanece más de lo que uno quisiera.

miércoles, 2 de julio de 2008

Euforia

Nada es tan contagioso como el entusiasmo.


Gritos, saltos, carreras desenfrenadas, abrazos, estalla la euforia. La gente se va arremolinando en plazas hasta formar una muchedumbre amorfa, los coches pasan vociferando y tocando el claxon. Se va creando una hermandad espontánea entre perfectos desconocidos. Banderas al aire, o brazos en alto, botellas de las que todos beben. Es el tiempo de desfasar, de hacer lo que nunca habías hecho, se asaltan las fuentes, se corean nombres, se aúlla en la madrugada. Es curioso ver a la euforia actuar, ver cómo se va contagiando, cómo pasa de media sonrisa a sonora carcajada. Necesitamos la euforia de vez en cuando, necesitamos pensar que no habrá un mañana y que somos dueños de la noche. También somos conscientes que esa euforia es corta y algo estúpida, pero no podemos dejar de participar. El entusiasmo es gratuito y no se presenta muy a menudo en esta sociedad gris y rutinaria, por eso salimos a festejarlo sin pensar. Hay varias razones para que salte algo así, aunque quizá la razón es lo de menos, porque por unas horas la razón está fuera de juego. Lo importante es que las personas excepcionalmente se ven invadidas por la felicidad, sonríen, se abrazan, se besan y eso en sí mismo, ya es un espectáculo. Cuando vuelve a salir el sol, la vida se retoma, los autobuses siguen su ruta, los trabajadores caminan como zombies y la euforia es recogida por el servicio de limpieza municipal.

No soy muy futbolero, pero es imposible abstraerse a un estallido de alegría como el del domingo, cuando la selección de fútbol de España ganó la Eurocopa. Participé como uno más, con los ojos bien abiertos, observándolo todo. Hoy cuando ya ese momento es historia, me ha parecido interesante evocar las horas en que la gente salió a la calle a celebrarlo. Cada gesto, cada grito histérico, cada banderola al viento merece un análisis en sí mismo. Se necesitan momentos así para comprobar que no todo está perdido, que el ser humano de las ciudades no ha cambiado el corazón por un piedra que late, que seguimos vivos a pesar de todo. Fue por el fútbol, pero no sólo por eso, también fue por esquivar la rutina, por dar un toque de color (rojo esta vez) a las grises vidas que llevamos, por saltarnos una noche el protocolo y por enloquecer. Lo merecemos de vez en cuando.