martes, 8 de diciembre de 2009

La distancia

Tanto más fatiga el bien deseado cuanto más cerca está la esperanza de poseerlo.


Nunca fui bueno para las medidas, ya lo sé. Siempre te sentí próxima, aunque ahora creo que mi deseo no se ajustaba a la realidad como hubiese querido. Y eso que, a veces, estabas a escasos centímetros, con tu piel apenas rozando la mía. Entonces, te advertía cercana, tanto, que creía que estabas dentro de mi pecho y que susurrabas mi nombre en cada uno de tus latidos. Pero los centímetros pueden volverse metros, incluso kilómetros con un simple aleteo de tu indiferencia. Y así notar como te alejas, de espaldas a mí, recorriendo un camino sin vuelta atrás. Y llegar a verte en la lejanía, con tu silueta tapando la luz del sol, de donde quizá nunca te moviste. A lo mejor esa piel que tenía tan cerca, sonrosada y suave, no era más que una ilusión que mi pobre cabeza creaba. Esa comisura de tus labios a la que siempre miraba, no estaba allí, sino lejos, lejos, en el horizonte mirando a otro. Y el brillo de tus ojos sólo destellaba por puro efecto de la luz. Es posible que debido a esto volví a creer ser aquel chaval iluso que pensó que la distancia es algo que se mide con cinta métrica, marcada con sus números, una cuestión de perspectiva, sin caer en la cuenta que tú, casi sin querer, rompías cualquier cálculo o aproximación que yo pudiera hacer.

Vídeo: Christina Rosenvinge - La distancia adecuada (2008).