jueves, 28 de febrero de 2008

La Gioconda en mi salón

Lo vulgar es el ronquido, lo inverosímil, el sueño. La humanidad ronca, pero el artista está en la obligación de hacerla soñar o no es artista.


Camisetas con la cara del Che, pendientes con el autorretrato de Frida, bolsos con El beso de Klimt, sofás tapizados con las cuadrículas de Mondrian, reproducciones de Picasso en la consulta del dentista, portadas de libro con la sonrisa de La Gioconda, figuritas de Las meninas de porcelana y un etcétera tan largo que sonroja. Llámalo consumismo, marketing, merchansiding, pero ha llegado también al mundo del arte, como pegajosa telaraña que lo contagia todo. Estando el arte contemporáneo fuera de cualquier órbita, no nos resignamos a querer disfrutar del arte en nuestra propia casa. He leído que la página del Museo Thyssen ya supera en visitantes virtuales a los reales. Pero ¿quién quiere recorrerse el museo si puede hacerlo sentado tranquilamente? En vista de esto, el futuro de los museos de arte es convertirse en almacenes de obras para ser disfrutadas por internet ¿No importa realmente la obra en sí?¿Es lo mismo observar directamente El Guernica original que una reproducción? En el continuo querer poseer cosas del ser humano del siglo XXI, el arte deja de ser sagrado, lírico, original, para convertirse en un objeto más de consumo. Algo que puedes adquirir en las rebajas sin más reparo. No se me entienda mal, no puedo justificar el esnobismo de que el arte está hecho para minorías, creo que es algo que debe llegar a cuantos quieran acceder al él. ¿Seguimos queriendo disfrutar de arte? Supongo que sí, lo digo con la boca pequeña, aunque creo que de momento no ha muerto. Cuando Rafael pintó los dos ángelitos de la Madonna Sixtina, nunca podría haberse imaginado que éstos lucirían en camisetas, colgantes o en las paredes de un salón prefabricado de IKEA. Probablemente se hubiera hecho vendedor de bolsos o de camisetas, que siempre trae más a cuenta...

lunes, 25 de febrero de 2008

La vida en rosa

Quand il me prend dans ses bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose.



En el duermevela he escuchado esta preciosa canción en el Kodak Theatre muchas veces esta madrugada como símbolo casi infalible de haber sido una gala de los Oscars muy europea. Que Hollywood siempre ha mirado a Europa como granero de talentos es de todos conocido, Greta Garbo, Ingrid Bergman, Marlene Dietrich son algunos de los muchos ejemplos de intérpretes europeos ya incluidos en el imaginario de las estrellas hollywoodienses. Y la gala de los Oscars 2008 ha destacado por esa curiosidad, los premios de interpretación no han sido para ningún estadounidense: un irlandés y un español, una francesa y una inglesa en su palmarés. Lo cual para mí es doblemente meritorio. Hollywood sabe como nadie que necesita caras nuevas para su ingente producción y cuando no las encuentra en casa, debe recurrir a exportarlas. No voy a hablar más de la pica en Flandes del Oscar de Bardem porque hoy ya se han encargado los medios de comunicación de contárnoslo. Me parece muy merecido y además estaba en la película adecuada en el momento adecuado, lo cual es una ayuda inestimable. Muchos lo daban por hecho pero hasta que no se palpa lo dorado en las manos, supongo, que no se cree. Si premiar a un español es algo excepcional no lo es en el caso de Daniel Day-Lewis y Tilda Swinton, porque sí es habitual para irlandeses y británicos acceder a estos premios debido al idioma. En cualquier caso, él era el favorito por derecho propio y en cuanto a ella, fue una sorpresa para casi todos (incluso para mí, aunque quería que ganara). La propia Swinton se veía sobrepasada por el momento y subió al escenario con una cara de interrogante. Ambos justos ganadores. Y para finalizar, la categoría más abierta era la de mejor actriz protagonista que finalmente obtuvo Marion Cotillard. Aplausos, muchos aplausos por el valor de la Academia de Hollywood por premiar una interpretación en francés. Fuera de la máscara de Édith Piaf, Marion es un bellezón y me cautivaron esas manos tapándose la boca de asombro al escuchar su nombre para subir al escenario. Hoy, me quedo con ella, escuchando a Piaf, olvidándome del negro que suele vestir a la vida, para sumirme en esos ojos emocionados por los que hoy verá la vida en rosa.

domingo, 24 de febrero de 2008

And the Oscar goes to...

Hace años, ganarlo era importante para mí, pero es como perseguir a una mujer guapa. La cortejas durante años y al final, cuando se rinde, le dices: "estoy demasiado cansado".


Sí, vale, que los Oscars no reflejan sino el cine comercial, que están comprados, que organizan sus pequeñas "sorpresas" para dar emoción, que las galas son largas, etc... pero los Oscars siguen siendo los Oscars y me gusta seguirlos. Esta noche es la gran noche y he decidido hacer una quiniela propia, sin querer pronosticar nada de nada, sólo lo que yo votaría si fuera académico, es decir, hecha con el corazón únicamente. Cuando salgan los resultados habrá que actualizar todo y no me tiréis tomates si no he acertado ni una, dicho queda.

Mejor película:

Mi candidata es Expiación (Joe Wright, 2007), creo que es la más completa y me gustan mucho las adaptaciones literarias inglesas. Me niego a aceptar el subtítulo "Mas allá de la pasión" porque me parece una aberración de traducción para enganchar a los que esperan un drama romanticón al uso (que no lo es). La historia es muy interesante, vibrante en muchas ocasiones, han huido de la cursilería, las interpretaciones correctas (sí, incluso Keira), las imágenes sobrecogedoras y la banda sonora una delicia.
Está bien, la aceptamos, No es país para viejos (Joel y Ethan Coen, 2007), no es fácil para mí elegir como mi favorita a la anterior estando una de los Coen en liza, pero bueno, c'est la vie.

Mejor dirección:

Mi candidato es doble, sí, porque son los Hermanos Coen, Joel y Ethan. Por cierto, ¿les darán dos estatuillas o se la jugarán a los chinos? Merecidísimo, por la trayectoria que llevan y porque no tienen ningún Oscar por dirección (sí por el estupendo guión de Fargo). Los Coen son de los pocos directores estadounidenses en activo a los cuales sigo con mucho gusto (a pesar de los resbalones de Ladykillers y Crueldad intolerable) y creo que serían unos justos ganadores, en vista del resto de nominados.
Bueno, vale, de acuerdo, Julian Schnabel, porque se sale de la norma de Hollywood yendo a rodar a Francia, porque es un artista integral y porque los sueños deberían ser posibles.

Mejor actor protagonista:

Mi candidato es Daniel Day-Lewis. Me parece un pedazo de actor, que recrea personajes que serían imposibles de asociar a cualquier otra cara. A mí me suele gustar incluso cuando la crítica lo pone a caldo. Creo que su anterior Oscar por Mi pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989) fue concedido para dar un empujón a la carrera de Day-Lewis y el de este año sería para premiar su consolidación. Además es el favorito de las quinielas oficiales y con esto me contento.
No estaría mal: Johnny Depp por hacer una vez más de personaje en la alucinada mente de Tim Burton. Este sería un premio compartido entre los dos, aunque tal y como están las cosas, poco probable. Un pena.

Mejor actriz protagonista:

Mi candidata es Julie Christie, por miles de razones, porque es un mito del cine, porque hace cuarenta y tanto años que no la premian, porque hace un papel de los que suele gustar en los Oscars que mezcla drama y transformación física, porque no puedo dejar de acordarme de la Lara en el Doctor Zhivago (David Lean, 1965), porque sería un homenaje estupendo para una estupenda actriz. Venga, que se lo den ya.
Bueno no me enfado si se lo lleva Marion Cotillard, porque es francesa (jajaja, tiembla Hollywood), ha hecho un esfuerzo increíble en transformarse y porque hacer de Édith Piaf es un puntazo.

Mejor actor secundario:

Mi candidato es Javier Bardem. Este es su año, después de que lo nominaran por sorpresa pero muy justamente en Antes que anochezca (Julian Schnabel, 2000) la codiciada estatuilla debe ser suya. No sólo que su Anton Chigurh es un papelón, es el favorito (ay, Dios, luego se esfumará todo), es español, tienen que premiar a No es país para viejos, y el resto de candidatos no están a la altura. Por todo esto y mucho más, Oscar para el salón de los Bardem.

Con la boca pequeña diría Tom Wilkinson pero mi fascinación por Anton Chigurh me impide dar muchas razones más.

Mejor actriz secundaria

Mi candidata es Tilda Swinton, aunque entro dentro del más puro deseo irracional, ya que no he visto aún Michael Clayton (Tony Gilroy, 2007). Pero la tengo fichada desde que hizo Orlando (Sally Potter, 1992) y me parece una fantástica actriz increíblemente nada premiada. Espero que su cabellera roja suba al escenario a recoger lo que sería un reconocimiento para una carrera atípica pero muy valiosa.
Me quedo satisfecho si gana Cate Blanchett (curiosamente otra pelirroja) por hacer de gran Bob, porque la Academia la quiere y porque es otra gran actriz, aunque tiene ya un Oscar y tendrá más oportunidades, estoy seguro.

miércoles, 20 de febrero de 2008

M.D. y ese amor

No podiamos dejarnos. Yo no podía dejarla. Ella no podía dejarme. Estabamos siempre a punto de hacerlo. Dejarnos.

Ese amor (Yann Andréa, 1999).


1999, Yann Andréa pasea con timidez por el cementerio de Montparnasse, no le gusta, le da pudor estar allí pero también sabe que es lugar donde más cerca está de ella, ella que ya no es ella, sino un cuerpo sin vida. Ahora ya no se siente como una mierda, como cuando ella le dejó, ha vuelto a París, a su habitación sobre el Café de Flore. Pensaba traer tres macetas de flores amarillas pero decidió que es mejor la dignidad de la lápida desnuda, con su nombre inscrito, el nombre que no se atrevía a pronunciar en vida de ella: Marguerite Duras. Pero su historia comenzó ya hace muchos años, en el verano de 1980. Incluso 5 años antes, Jean-Baptiste Lemée, joven estudiante de Filosofía, un día lee Los caballitos de Tarquinia y queda alucinado con Duras, entonces se convierte en lo que él llama el lector absoluto, es decir, decide únicamente leer a la escritora. 1975, durante la promoción de su película India song, Duras hace un cine forum en Caen, donde Lemée estudia. Ahí se conocen. Él lleva un libro, como tantos otros, para ser firmado y le dice: "Quisiera escribirle". Ella le da su dirección en París y comienza por su parte una serie interminable de cartas, notas, pequeños poemas que no reciben respuesta. En el verano de 1980, por sorpresa, Duras le escribe: "Venga a Trouville, no es lejos de Caen". Se presenta allí sin dinero para el billete de vuelta. Él tenía 27 y ella 65 años. Se hablaban siempre de usted. Ya no se separarán hasta la muerte de la escritora en 1996.

"Es imposible vivir conmigo, con un escritor, es imposible, lo sé" decía Duras pero Yann Andréa lo consiguió, pasando por una relación tortuosa y pasional. Tuvieron que lidiar el alcoholismo de la escritora y su absoluta dedicación a las letras: "Yo soy la escritura". Él se vació, se convirtió en una horma maleable para ser moldeado por ella, incluso le bautizó: Yann Andréa. No fue fácil, la escritora es compleja y tiene mal carácter, le hace pasar noches a la intemperie después de un arrebato de furia, le reprocha que sea un mantenido y lo echa. A la mañana siguiente lo busca suave como un guante: "Olvídese de su persona, carece de toda importancia. No hay que creerse un héroe. Usted no es nada. Eso es lo que me gusta. Siga así. No cambie. Siga así. Leeremos juntos". Este tipo de escenas se repiten hasta la saciedad.

El 3 de marzo de 1996, Marguerite Duras muere en su apartamento de la calle Benoît acompañada de su fiel Yann. Comienza el infierno para él, se encierra, bebe, come y fuma sin control, piensa en suicidarse tirándose al Sena, deja de afeitarse, engorda veinte kilos, durante dos años apenas sale, no soporta la luz ni la compañía de nadie. Duras murió pero en su muerte se llevó parte de él. Recuerda el consejo que le dio: "Yann, escriba". El 31 de julio de 1998 decide terminar su encierro, vuelve a su ciudad natal, se recupera y con los ánimos renovados regresa a París y escribe Ese amor en apenas dos meses: "Tecleo como un loco una larga carta. Cada mañana, una carta a alguien que se llama así: M.D.". Utiliza el característico estilo Duras, frases cortas, contundentes, llenas de significado. Por fin puede visitar su tumba, que por aquel momento ya es una atracción turística más de los cementerios de París.

Como ya anunciaba en la primera entrada no podía resistirme a dejar de hablar de una historia de amor muy especial. Después de leer Yann Andrea Steiner en que Marguerite Duras contaba la historia (ficcionada) de su último amor, Yann Andréa, mi curiosidad me llevó con los ojos cerrados a Ese amor, carta de amor-réplica ante la tumba de la escritora francesa.

lunes, 18 de febrero de 2008

Elogio a Anton Chigurh

¿Qué es lo máximo que ha perdido a cara o cruz?



Siempre me he decantado por los malos. Los buenos suelen ser protagonistas, perfectos, encantadores y se salen con la suya al final de la película pero son tremendamente aburridos y planos. Los malos están hechos de otra pasta y son más atrayentes, polifacéticos, al menos para mí. Es mil veces mejor ver el sufrimiento del Drácula herido a las peroratas de Van Helsing o la carcajada de Joker al rostro impenetrable de Batman.

Hoy, he descubierto a un nuevo villano merecedor de la posteridad del cine como Lecter o Fu Manchú. Se trata de Anton Chigurh, el psicópata con cara de Javier Bardem y el peor peinado del estado de Texas. Sus motivaciones asesinas son claras, el sadismo ante el que le contradiga o simplemente se tope con él. Persigue insistentemente a Llewelyn Moss en un territorio fronterizo, inhóspito y como indica el título de la película no apto para viejos. Un maletín con dos millones de dólares es el punto de salida de la carrera de estos dos personajes cuya existencia se deben el uno al otro. Puede ser que el dinero mueva a Chigurh en un principio, pero la testarudez de Moss por seguir con vida es lo que le insufla energía para llegar hasta el final. En cualquier caso, el motivo no es lo que lo lleva a asesinar despiadadamente, es simplemente que disfruta de su trabajo. Los ojos enrojecidos de Chigurh llevan encerrados toda la vileza del ser humano y sobran las palabras, bien sean para pedir explicaciones o clemencia. Un personaje como éste vive como pez en el agua en un escenario como la frontera de Texas, con su sol inmisericorde y sus paisajes inmensos pero inhabitables, aunque igualmente podría desenvolverse en una gran ciudad.

Otras de las grandezas de Anton Chigurh, que lo diferencia de cualquier otro matón a sueldo, es su rendición a la suerte, representada en monedas que designan la cara y la cruz de las víctimas. Este mismo azar, en la película, toca a cada uno de sus personajes, que hubieran preferido no estar donde estaban en un determinado momento. Como en la vida de cualquiera de nosotros, la suerte juega un papel silencioso pero protagonista. Chigurh lo sabe y se erige en su mano ejecutora. Es la suerte la que, de cara, te hace ver esta película una tarde de domingo cualquiera y la misma la que hace que nunca te encuentres en la carretera con un hombre cargado con una bombona de aire comprimido.

Pero, ¿es tan malo este tío? ¿comparado con qué? ¿con la peste bubónica? sí, malo, malísimo (de los buenos), de los que tienen la mirada perdida ante los ojos de los débiles pero se miran las suelas de sus botas para comprobar si se ha manchado de sangre, fascinante.

sábado, 16 de febrero de 2008

Los amigos diamantes

¿Sufres? Yo no sufro ya, porque no hace falta que suframos los dos
a la vez. Cuando tú termines, yo comenzaré.

Jules et Jim (F. Truffaut, 1962).


Los buenos amigos siempre permanecen, ahí, a tu lado, aunque no los veas todos los días. Yo, que a veces creo que la amistad está sobrevalorada, lo he podido comprobar. Cuando uno se sienta, cínico, a juzgar el mundo, la amistad es la primera condenada. Todos estamos expuestos a los vaivenes constantes de amigos y amigos que dicen serlo, pero que pasan por la vida de uno como pasan las barras de pan. No lo critico, también es necesaria esta categoría de amigos de consumo rápido. Son personas que van desfilando y que en un momento determinado crean un vínculo que posteriormente se verá efímero, pero del que se ha disfrutado hasta el momento en que caduca. Sin embargo, esta reflexión no está dedicada a este tipo de amigos, sino a los amigos verdaderos, los buenos.

¿Cómo se puede comprobar que un amigo es bueno? Pues procura no morderle, ya que aunque un amigo es un tesoro, éste no está hecho de oro. Cuando te encuentras con un buen amigo que hace tiempo que no ves, notarás, después de unas mínimas actualizaciones tipo cuéntame tal o cual cosa en concreto, como el tiempo se ha detenido. Es muy curioso porque cuando hablas de nuevo con él puedes trasladarte por arte de magia a cualquier momento que hayáis vivido juntos sin que parezca que nada ha cambiado. Por supuesto, que el tiempo todo cambia, pero cuando estás frente a frente a un buen amigo, no lo parece. No hay normas de cortesía y protocolo en la buena amistad, porque todo eso se dejó atrás en sus primeros compases, y se retoma desde el punto donde se dejó la última vez que os visteis. Te ahorras palabrería inútil con un buen amigo, porque sabes que pasa en cada momento y si no lo sabes te pone al tanto. Un buen amigo no es una madre, ni un hermano, ni un pariente al que tienes que ver en Navidad. El amigo sirve para el invierno más crudo, la tempestad más persistente o el plácido verano. Además no pasa de moda. Los buenos amigos pueden vivir muy cerca pero también muy lejos y veros de Pascuas a Ramos, porque como no funciona el tiempo en vosotros, no hay ningún problema. Los buenos amigos convierten tus neuras y manías en virtudes, algo muy interesante cuando uno no puede soportarse ni a sí mismo. Éstos, siempre te llevan a la risa, y cuando hay algún problema ninguno de los dos tiene motivos de reproche porque no cuesta nada pedir perdón. Los amigos siempre te dan facilidades de pago y no te cobran intereses, porque todos somos perfectas entidades financieras que ni presionan, ni agobian, ni te mandan cartas cada semana con tu saldo. No son fáciles de descubrir porque los buenos amigos están en peligro de extición y a menudo se camuflan en la anterior categoría de amigos, la efímera. No todo el mundo, en su vida, descubre un amigo, pero cuando lo haces disfrutáis a cada paso, juntos, en formación, subiendo cuestas o en la arena de la playa.

Yo, he descubierto este fin de semana, que tengo dos amigos de los buenos y que tendría que sepultarme el
Vesubio para que los deje marchar. No han pasado grandes cosas para saberlo, ya lo intuía. Es lo bueno que tienen mis amigos, que basta un mesa, unas sillas y algo de beber para crear el entorno perfecto. Serán bienvenidos otros en el futuro, claro está, porque para en estos temas la exclusividad es una losa, pero sé que éstos me durarán lo que un diamante, toda una vida y un poco más.

Así, en homenaje a la buena amistad, les dedico a mis dos grandes amigos una canción de una película que trata sobre este tema y que en su secuencia final el narrador apunta:

La amistad de
Jules et Jim no tenía equivalente en el amor. Los dos hallaban un placer total en naderías, comprobaban con ternura sus divergencias. Desde el comienzo de su amistad se les había apodado Don Quijote y Sancho Panza.

jueves, 14 de febrero de 2008

Capri se acabó

Capri c'est fini et dire que c'était la ville de mon premier amour.


Bueno, creo que mi primera entrada del blog debe ser de presentación. ¿Qué es Capri c'est fini y porque lo he elegido como alias aquí? Todo tiene una historia, casi siempre hecha de pequeños detalles que son los que pueblan la vida y que la enriquecen. Últimamente en mi vida están pasando muchas cosas, por lo que ando revuelto, 2008 ha supuesto para mí un cambio de dirección, muchos cosas se han quedado atrás, sueños, anhelos, esperanzas... y he decidido que me toca buscar recambios nuevos. Capri se acabó pero el futuro está por comenzar (me digo una y otra vez). En primer lugar Capri c'est fini es una canción de Hervé Vilard de 1965. Los años sesenta fueron la época dorada de las canciones melódicas francesas y ésta es una de ellas. Como casi todas las canciones de este estilo es tremendamente nostálgica y sugestiva (¿será el idioma?). Recuerdan a otoño, a playas desiertas, a paseos interminables... ¿Cómo di con esta canción? Obviamente por edad no me conozco todo el repertorio sesentero y ésta a pesar de que fue un éxito en su época, tampoco la conocía. Me dio la pista un libro que estaba leyendo de la gran Marguerite Duras. Se titula Yann Andréa Steiner y trata del descubrimiento del que sería el último gran amor de la escritora francesa: Yann Andréa. Esta es una romance tan interesante que se merece una entrada propia en el blog. Pues, el libro citaba en varias ocasiones esta canción como banda sonora de ese amor inesperado. Y tiene su sentido: Capri, la soleada mítica isla italiana es el escenario ideal del primer amor de cualquiera, cielos radiantes, puestas de sol... pero una vez que pasa ese primer amor hemos de buscarnos lugares nuevos para encontrar nuevos amores. Puede que no tan idílicos pero igualmente necesarios. Por eso Capri se acabó, c'est fini, con cierto regusto amargo pero mirando al futuro esperando nuevas ilusiones.

Sobre la extensión de la arena, de repente algo grita que Capri c'est fini. Que ERA LA CIUDAD DE NUESTRO PRIMER AMOR pero ahora ha terminado. TERMINADO.
Que terrible resulta de repente. Terrible. Cada vez dan ganas de llorar, de huir, de morir, porque Capri ha seguido la rotación de la tierra hacia el olvido del amor.

Marguerite Duras. Yann Andréa Steiner.


Este pequeño texto es tremendamente explicativo para mí, plasma en sabias palabras un estado de ánimo (conocido de sobra) que se resume en que sin dejarse abandonar por la nostalgia pone los ojos temerosos hacia un futuro algo incierto, aunque ilusionante.

Dejo el video de la canción original para que los que no la conozcan la descubran como lo hice yo. Además no tiene desperdicio la estética.