Siempre es lo mismo por estas fechas, repasamos como personas civilizadas lo bueno y malo que nos ha pasado en el año. Las alegrías, las despedidas, los golpes de suerte, aquel amigo que encontraste al cabo de los años, ese viaje que por fin hiciste... Un año da para mucho, pero luego tenemos la sensación de que se pasa volando. Risas, anécdotas para contar a los nietos o lágrimas amargas, hechos trascendentales o irrelevantes y rutina, mucha rutina. Yo tampoco me puedo abstraer de este rito. Y 2008 ha sido el año en que la isla de Capri se hundió para siempre en el Mediterráneo para dejar de existir. Y es duro dejar un hogar en el que habías vivido por largo tiempo para comenzar la aventura de buscar una nueva isla donde sentirse a gusto. Pero no me quedó otra opción si no quería sucumbir en el lecho marino. Hoy, 31 de diciembre, miro la puesta de sol y veo el agujero que dejó la isla, la ausencia perdida de lo que no pudo ser. Sin embargo no hay sitio para los gestos de dolor, ya no, la barca zarpó y sigo rumbo incógnito hacia el horizonte. Algunas noches me sigo acordando de las piedras de Capri, de las playas, del mar celeste a su alrededor, todo bajo la bruma de la duermevela. Por más que quiero no puedo recordar los arbustos de espinos o las rocas puntiagudas de la costa, que también existían. Ahora la isla sólo existe dentro de mí, idealizada, sin aristas, junto al resto de recuerdos.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
El (re)cuento del año
Siempre es lo mismo por estas fechas, repasamos como personas civilizadas lo bueno y malo que nos ha pasado en el año. Las alegrías, las despedidas, los golpes de suerte, aquel amigo que encontraste al cabo de los años, ese viaje que por fin hiciste... Un año da para mucho, pero luego tenemos la sensación de que se pasa volando. Risas, anécdotas para contar a los nietos o lágrimas amargas, hechos trascendentales o irrelevantes y rutina, mucha rutina. Yo tampoco me puedo abstraer de este rito. Y 2008 ha sido el año en que la isla de Capri se hundió para siempre en el Mediterráneo para dejar de existir. Y es duro dejar un hogar en el que habías vivido por largo tiempo para comenzar la aventura de buscar una nueva isla donde sentirse a gusto. Pero no me quedó otra opción si no quería sucumbir en el lecho marino. Hoy, 31 de diciembre, miro la puesta de sol y veo el agujero que dejó la isla, la ausencia perdida de lo que no pudo ser. Sin embargo no hay sitio para los gestos de dolor, ya no, la barca zarpó y sigo rumbo incógnito hacia el horizonte. Algunas noches me sigo acordando de las piedras de Capri, de las playas, del mar celeste a su alrededor, todo bajo la bruma de la duermevela. Por más que quiero no puedo recordar los arbustos de espinos o las rocas puntiagudas de la costa, que también existían. Ahora la isla sólo existe dentro de mí, idealizada, sin aristas, junto al resto de recuerdos.
viernes, 26 de diciembre de 2008
Día de Navidad
Se levantó el día de Navidad con ganas de no hacer nada. Con pasos pesados, se dirigió al salón para ver los restos que quedaron de la fiesta de anoche. El salón, como un campo de batalla, lucía un aspecto poco agradable, papeles en el suelo, copas a medio tomar aquí y allí y ceniceros llenos en cada rincón. La mesa, a la que se había retirado los platos tras la cena, seguía vistiendo su mantel lleno de migas con las servilletas hechas bolas encima. El árbol de Navidad apagado parecía desangelado con la luz de la mañana que entraba por las rendijas de la ventana. Subió de un tirón la persiana y esa misma luz cegó sus ojos medio cerrados por la resaca. Se dejó caer en el sofá y maldijo las navidades. Se dijo, gruñendo, que era la último vez que celebraba algo por Navidad. Aunque en el fondo sabía que esto no era cierto. El año próximo se volvería a liar con una fiesta similar. Pondría el árbol de nuevo y cocinaría y recibiría en su casa a aquellos a los que quería, como todos los años. Era imposible abstraerse a la Navidad. Se levantó con esfuerzo y fue recogiendo las copas que encontraba en su camino. Se sentó en la mesa de la cocina. El olor del café que se había calentado y el runrún del lavavajillas lo dejaron en trance. De repente, la alarma del móvil sonó. Abrió el SMS y leyó: FELIZ NAVIDAD. Ni siquiera se molestó en leer el remitente. Sonrió. Había merecido la pena.
Muchas felicidades a todos.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
En continuo movimiento
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Tragicomedia de los amantes
- No sé como puedo soportar más tiempo esta situación. ¿Me merece la pena? No creo que haya sido para tanto eso que he dicho. Está exagerando, lo sé, pero cuál es el motivo para que se ponga así. Quizá ya no me soporte y explota en los momentos en que soy más vulnerable. Tal vez intente forzar la situación para que yo diga: hasta aquí llegamos. No lo sé. Lo más sensato sería que la tomara de las manos y nos sentemos ambos a hablar en serio e intenta llegar al fondo del asunto de esta discusión. Debería pedirle perdón si se ha sentido tan ofendida y dejarme de falsos orgullos. Tendrá sus motivos, aunque me gustaría conocerlos para que ese perdón fuera sincero. Eso haré... necesitamos hablar.
- ¿Cómo se puede quedar tan fresco después de lo que me ha dicho? Bueno, sólo lo ha insinuado esta vez pero yo sé que es lo que quería transmitir, porque ya son muchas indirectas como esa. Lo esconde todo bajo esa capa de ironía pero no se atreve a echarme nada en cara, como si yo fuese un ogro. Demasiado le estoy aguantando. Cuando hablemos querrá hacerme creer que no pasa nada, pero si no lo reconoce, me vuelvo loca. A lo mejor estoy siendo demasiado estricta. Muchas veces descargo toda mi frustración injustamente en él y sé que no se lo merece. Puede que ésta sea una de esas veces. Lo mejor sería sentarnos y hablar tranquilamente. Así es como solucionan los problemas los adultos.
Casi al mismo momento, ella y él decidieron derribar el frío muro que habían construido en su pequeño piso del extrarradio. Se encontraron cara a cara en el pasillo y, sin palabras, se fundieron en un emocionado beso. No fue necesario nada más. La paz estaba sellada.
Imagen: Estatuas al trasluz del palacio de Buckingham (Londres).
martes, 9 de diciembre de 2008
Los antros más bonitos del mundo
Misteriosamente My blueberry nights (Wong Kar-wai, 2007) se estrena el día 12 de diciembre de 2008 en España. Digo misteriosamente, porque esta película abrió el Festival de Cannes en mayo de 2007 y ya se ha estrenado comercialmente en todo el mundo antes que aquí. Por eso, yo, y estoy seguro que el resto de seguidores de Wong Kar-wai, ya hemos visto esta película, antes de que llegue a los cines españoles. No sé cual es la razón de este retraso, pero le viene mal a una cinta que poco merece que la traten mal. He leído críticas durísimas: que es más de lo mismo del director chino, pero a mí que me den más de lo mismo si es como esto. Imágenes preciosas, banda sonora muy adecuada e historias adornadas tan bien como suele hacerlo Kar-wai. Un exquisito y lustroso trozo de tarta de arándanos esperando a ser pedido bajo las luces del mostrador.