lunes, 29 de septiembre de 2008

Perfecta

Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.


Perfecta, está perfecta, absolutamente perfecta. Increíble. Brillante. Está divina. Mejor no lo ha podido hacer. Su entrada en Hollywood ha sido por todo lo alto y esta noche estará en la ceremonia de los Oscars. Ha tenido críticas fabulosas en las revistas especializadas. También sabemos que acaba de contratar a unos de los agentes más importantes de Estados Unidos. Si quiere seguir allí, lo va a necesitar. Estaremos pendientes de ella. No duden en verla en su última película. Es perfecta para ese papel, parece que ha nacido para hacerlo. Felicitamos a...

Y apagó la televisión enfurruñada. Se apretujó en el sofá. Parecía mentira que estuvieran hablando de ella. Se cumplían 24 horas sin comer nada. Todo para meterse en un vestido, delirio de un diseñador, que estaba loco si pensaba que alguien podía andar con eso puesto. Lo pensó, llevaba a dieta desde los 12 años, demasiado tiempo ya. Aún su estomago rugía de vez en cuando exigiendo lo suyo, como hoy. Estaba casi a oscuras. Su nueva agente le había planificado hasta la hora de dormir, en vísperas del gran día. Se sentía nerviosa. Su inglés había mejorado, pero aún se le quedaba cara de tonta cuando le soltaban una parrafada. Leyó un mensaje de su madre en el móvil, dándole ánimos. Le hubiera gustado vivir con ella esta experiencia, pero su agente lo prohibió horrorizada. Las palabras de la televisión resonaban en su cabeza. Perfecta, perfecta... A ella no se lo parecía, sólo había sido la chica florero, parte de la cuota latina de la película. Las críticas habían sido tibias, sin apenas mencionarla. Dentro de unas horas, vendrían a recogerla para la peluquería y el maquillaje. Por su cabeza se le pasó la idea de salir corriendo del hotel en ese momento y perderse en la ciudad desconocida, fuera de los ojos de cualquiera que la pudiera reconocer. Se sentía mal, sola y tremendamente imperfecta. Dos lágrimas se le escaparon. Pensó que mañana tendría los ojos hinchados si no dejaba de llorar. Lo hizo y así se durmió.

Imagen: Alice on the Catwalk (Grafiti, The Cans Festival, Londres, 2008)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El traductor simultáneo

Sin traducción habitaríamos provincias lindantes con el silencio.


Salí tarde del curso de alemán. Habíamos quedado en una cafetería del centro. Todos estaban allí cuando yo llegué:

Hola a todos, perdón por el retraso. Siempre las mismas caras, estoy harto.
Muchas gracias, salí tarde de alemán. Ahora se hacen los comprensivos, pero sé cuanto les fastidia esperar. Total para no hacer nada, más que hablar y hablar. Seguro que me han estado criticando mientras venía.
Sí, ¿no sabías que estudiaba alemán? Llevo dos años yendo, ya veo como me conoces.
Pues nada nuevo, no he hablado con Ana, casi mejor, jejeje. ¿Ahora te preocupas por mi vida sentimental?, qué bonito. He visto a Ana, de lejos, la esperé cerca de su trabajo, pero no tuve valor para hablar con ella.
No, totalmente superado, ya he pasado página, sólo deseo que sea feliz. Me acuerdo de ella constantemente. Noto un hueco escalofriante en la cama que me persigue todo el día. No entiendo que ha pasado y por que a mí. No me lo merezco.
Fue de mutuo acuerdo, decidimos que lo mejor era dejarlo. ¿Por qué me empeño en taparla? ¿O soy yo quien se tapa? En realidad, me da vergüenza admitir que se ha ido y no volverá.
Lo mejor es disfrutar de la vida de soltero... pero dejemos el tema. Eso, dejémoslo, porque esto parece la Santa Inquisición. La vida de soltero es un coñazo. No sé donde voy a encontrar a alguien como Ana. No tengo ni tiempo, ni ganas.
¿Dónde tenéis pensado ir? Como si no lo supiera, el mismo lugar, a ver las mismas caras y hacer lo mismo de siempre.
¿Es ese el bar nuevo? Ah mira, tengo ganas de conocerlo. Me han dicho que está bien. La noche anterior a que se fuera me dijo que había estado en ese bar y que le había gustado. Puede que hoy haya ido también. Sería una buena oportunidad de hablar, necesito una explicación que me calme. Necesito saber el porqué. No veo el momento de verla.
Por mí, cuando queráis nos vamos. No puedo soportar un momento más aquí, entre conversaciones banales. No puedo creer que ninguno de éstos intuya lo que me pasa por la cabeza. Tengo un nudo en la garganta, creo que voy a llorar. Sé fuerte.
Sí, tengo los ojos irritados, deben ser las lentillas, con el humo y eso. Ellos que sabrán.

domingo, 21 de septiembre de 2008

El otoño

El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.


Otoño de hojas caídas, de parques de caminos interminables, otoño melancólico, de luz mínima, de eternas parejas al contraluz. Otoño de tópicos, de castañas y nueces, de canciones tristes. Otoño de tímidos fríos, de lana en la piel. El otoño que cada año viene y viene con su eterno retorno, con sus tardes cortas, con su rutina, con su mirada perdida. Como las aves migratorias, cada año es lo mismo: el otoño reflexivo. Con recuerdo, buscas en tu mente viejas glorias, momentos que se quedaron entre las páginas de los álbumes de fotos o incluso respiras aliviado porque algo no se volvió a repetir. Vemos pasar, temerosos, las estaciones sin darnos cuenta que en ellas está la vida, que los niños tienen que crecer, que el otoño no es más que una estación de paso y que aún debemos esperar el destino.
El otoño siempre debería existir antes de un invierno. Nos hace pararnos y reflexionar en lo venidero, en que lo más duro está por venir. La sabia natura ha sabido hacerlo muy bien, las sorpresas desagradables lo son menos si estamos preparados. Pero los divinos humanos no siempre imitamos a la naturaleza y esto no siempre es así. Tenemos inviernos, todos los días, sin previo aviso, con lluvias o con sol. Esto es lo que debería preocupar, esto es justo lo que nos debe entristecer, no cuando aún no ha llegado, sino cuando ya está aquí. Si hay algo que el otoño me ha hecho aprender es que tanto los lamentos como las alegrías deben estar en su sitio, nunca antes. Mañana, día 22 de septiembre, a las 17:44 llega el otoño en el hemisferio norte. Una hora idónea para tomarse un buen café, sentarse y pensar.


jueves, 18 de septiembre de 2008

El obelisco de Aksum

Sólo hay una manera de poner término al mal, y es el devolver bien por mal.


Un bloque de piedra puede ser piedra y además un símbolo. Cuando un bloque de piedra traspasa el mar para decorar la plaza de una ciudad desconocida, o la ser estrella de una museo, deja de ser únicamente una piedra. Cuando un país quiere recuperar una grandeza, hace años perdida, puede entrar en una espiral de fechorías, donde hay muertes de inocentes, robos y saqueos. Ir detrás de un delirio sólo trae consecuencias funestas. La Historia, esa que se escribe con mayúsculas, se compone de grandes nombres tallados en mármol y desprecia los nombres anónimos, los que sufrieron sin que su sufrimiento sirviera para algo, aquéllos cuyas muertes sólo fue un hecho biológico dentro de la inmensidad del Universo.

Todo esto significa el obelisco de Aksum, botín de la invasión italiana de Abisinia en pleno auge del fascismo. Un gran pedazo de granito labrado de 1700 años y 25 metros de altura, que desde el año 1937, lucía en la plaza de la Porta Capena de Roma, enfrente de la sede de la FAO y del Circo Máximo. Mussolini lo arrebató de su placidez de siglos en tierras africanas como emblema de la superioridad italiana en el que iba a ser el germen del nuevo Imperio. Después de una ardua restauración y un difícil traslado, el 4 de septiembre de 2008 se reerigió en su ubicación original en Aksum (Etiopía), saldando una deuda que ya duraba 70 años. Un símbolo de los desmanes del fascismo que afortunadamente el gobierno italiano ha solucionado.

Esto me lleva a pensar en otras reclamaciones de patrimonio cultural: en los famosos mármoles del Partenón o la piedra de Rosetta del Museo Británico, en el bello busto de Nefertiti del Museo de Berlín, en el Altar de Pérgamo, también en Berlín o en los leones alados asirios del Louvre o del Museo Metropolitano. Todo ello fruto del saqueo colonial, símbolos de imperios aprovechados por otros imperios para destacar su poderío ante el mundo. Joyas que se encuentran a cientos de kilómetros de sus lugares de origen y que nos hacen pensar por que tienen aún el poder de retenerlas. Y parece ser que nadie da el paso para solucionar paradojas del mundo como la de que en Roma haya más obeliscos egipcios que en el propio Egipto o que para conocer el arte griego clásico lo mejor es ir al Museo Británico. Aplaudo la noble decisión italiana de devolver a los etíopes su obelisco. Con ella, la misma piedra que en Roma sólo podía ser causa de vergüenza del ratero fascismo, vuelve hoy a convertirse en una obra de arte.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Hormiguero

Habitaba la hormiga
allí tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
la dijo: «Doña hormiga,
pues que en vuestro granero
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno».


Era un domingo con un sol resplandeciente y las cuatro paredes de mi casa, tristes y grises, me empujaron a la puerta. Quería estar sólo, así que una vez bajo el umbral, grité: "ahora vuelvo" y salí como alma que lleva el diablo por temor a una respuesta. Necesitaba el aire puro del campo y me dirigí a la afueras. Siempre voy allí cuando he tenido alguna duda que resolver, para que la Naturaleza me inspirara, no siempre con buena fortuna. Conocía una peña plana que, junto a un árbol, era el mejor sitio para pensar. Una vez allí, sumergido en mis cábalas, reparé en que, a mis pies, se alzaba un poderoso hormiguero. En su boca, el trasiego era frenético. Hormigas y hormigas entraban y salían nerviosas. Me imaginé su interior; salas repletas de hormigas, unas encima de otras. Hormigas obreras construían, sin cesar, más recovecos y reconstruían los destrozos causados por las lluvias del invierno. Las largas galerías congregaban a miles, millones de hormigas en su infinito ir y venir. Pequeñas hormigas infantiles aprendían el arte de recolectar comida o de excavar la tierra. En una sala majestuosa, la hormiga reina administraría los asuntos del hormiguero. Cercanas, vi otras entradas, con más y más hormigas. Entretenido con esto, la noche se me hizo encima y volví a mis cuatro paredes, tristes y grises. Allí, me esperaba mi mujer, con las antenas levantadas y las patas en jarra:
-¿Dónde has estado, holgazán? Me tenías preocupada.
-En la afueras, querida, he visto que están construyendo mucho por allí. Ya es hora de que dejemos el alquiler del piso y nos decidamos a comprar algo. Es una zona bonita. Mucha gente se ha mudado.

-¿Estás seguro? Contigo parado y mi trabajo en la empaquetadora de pipas, no sé si podemos permitírnoslo.
Abatí los hombros. Mi mujer tenía razón. La urbanización de las afueras estaba fuera de nuestro alcance: las cuotas de la hipoteca, la comunidad, los impuestos... Decidido, dejo la poesía definitivamente y mañana mismo, me pongo en serio a buscar trabajo. Date cuenta, muchacho, eres una hormiga adulta.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

León el Africano

Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el bereber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna.


Roma, 14 de febrero de 1519: Dos pesadas puertas se abren frente a él. Acompañado de dos guardias suizos, entra en la enorme sala que contiene la biblioteca del Castillo de Sant' Angelo. De pie, frente a él, Francesco Guicciardini, gobernador de Módena, le sonríe. La expresión de su cara le tranquiliza. Exhorta a los guardias a que se retiren. De repente, la puerta de fondo se abre. Su Santidad, éste es su regalo. Se arrodilló ante aquel hombre vestido de rojo y blanco que le puso ambas manos en la espalda, indicándole que se levantara. Un hombre de arte y sabiduría es siempre bienvenido a Nuestro lado, no como servidor, sino como protegido. Conversaron de forma amena, pausada. Notó un brillo de especial interés en los ojos de Papa. Le ofreció una habitación en el mismo castillo, indicando que pidiera cualquier cosa que le hiciese falta. Aún no entendía qué hacía allí, ni cómo sería de utilidad. Y así, Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi, hijo del exilio granadino, bautizado como Juan León de Médicis, se convirtió en León el Africano.

Algunos nacen y mueren en el mismo lugar y otros llevan una vida nómada desde la cuna, pero sólo unos pocos tienen la fortuna de vivir de primera mano acontecimientos históricos, comprobando desde dentro como se mueven los engranajes del poder.
Y este es el caso del personaje histórico que protagoniza la novela León el Africano (1986), del escritor libanés Amin Maalouf. Su asombrosa vida transcurre desde la Granada de los últimos nazaríes hasta la Roma de los Papa mecenas, pasando por la Constantinopla del Gran Turco o El Cairo del último sultán mameluco. Son grandes ciudades a lo largo de un época donde se olvida para siempre la Edad Media y los cambios del Renacimiento son inminentes. Pero a la vez, tiempos difíciles donde varios imperios intentan imponer su supremacía a un lado y otro del Mediterráneo. León sirvió de embajador para el sultán de Fez, visitando la mítica Tombuctú, admiró las pirámides y la Sublime Puerta de Imperio Otomano, conoció a Rafael, a Boabdil, a Julio de Médicis, a Solimán el Magnífico, a Francisco I de Francia, a Barbarroja...

Escribió Della descrittione dell'Africa, el primer compendio moderno de conocimientos sobre el entonces desconocido continente africano. Elaboró un léxico árabe-latín-hebreo y sirvió a tres Papas como diplomático y erudito. Conoció el fundamentalismo de los Reyes Católicos frente la babilónica Roma de los príncipes de la Iglesia. Vivió la mística peregrinación a La Meca frente a los decadentes harenes de los sultanes. Sufrió la intolerancia religiosa pero también disfrutó de la conciliación de las tres religiones del Libro. Tuvo una vida verdaderamente digna de una novela. Una persona que merece por derecho propio permanecer en el recuerdo de la Historia.


Imágenes: Mosaicos de la Casa del Liber Pater en la antigua ciudad romana de Sabrata (Libia).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Las muñecas rusas

Recordé todas las chicas que había conocido, con las que me había acostado o las que sólo había deseado… Pensé que eran como muñecas rusas. Te pasas la vida entera jugando a eso. Te mueres por saber cual será la ultima, la más diminuta, oculta dentro de todas las demás. No la puedes coger directamente, tienes que evolucionar. Hay que ir abriéndolas una tras otra preguntándote cada vez: ¿será ésta la ultima?


Es difícil saber que es lo que se debe hacer. Si te dejas llevar por la manada, corres el riesgo de verte en un lugar incómodo, haciendo algo que en la vida hubieras dicho que harías. Con las relaciones pasa lo mismo, uno nunca sabe. Se debe huir del bienintencionado consejo ajeno, pero a veces es más sencillo que te susurren la solución a tener que buscarla por ti mismo. Además solemos buscar un prototipo, creado en nuestra mente, que difícilmente se encuentra sobre la Tierra. Esta es el primer problema. Queremos hallar una especie de Frankenstein, hecho de retazos de diferentes cualidades que creemos inmejorables, pero que nunca se darán en una única persona. Luego existen otros ingredientes que no podemos olvidar, como nuestra propia receptividad en un momento dado o incluso el simple hecho de ver que es lo que hay delante de tus ojos. Parece una tontería, pero a veces, las pistas dejan de serlo para convertirse en evidencias y aún así seguimos ciegos. Con todos estos obstáculos, hablar de parasiempres nos hace sentir un escalofrío que recorre cada músculo de nuestro cuerpo. Es lógica esta inseguridad cuando conocemos a alguien. ¿Es la persona definitiva? ¿Hemos concluido la búsqueda? ¿Es la última muñeca rusa?

Xavier (Romain Duris) vive en el caos. A su alrededor, las cosas tampoco pintan bien para casi nadie. A pesar de que ha cumplido su sueño de ser escritor, malgasta su talento en guiones malos para la televisión, pequeños artículos o como negro para biografías de famosos. Sentimentalmente tampoco anda mejor, ninguna historia le dura. Una chica tras otra, ve como la estabilidad es imposible. ¿Cuál es el problema? Camino de los 30, comienza a planteárselo todo. Lo que antes eran firmes decisiones, ahora pueden ser estrepitosos errores. ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Será esta nueva chica la relación definitiva? ¿o ésta está detrás de alguien que conozco muy bien? Preguntas y más preguntas de difícil solución.

Y es que nadie dijo que vivir sería fácil. Las relaciones flotan en un mar donde nadie habla el mismo idioma. Luchamos contra nuestros propios defectos, nuestro egoísmo, nuestra incomprensión, por no hablar de la gente que no rodea. Se supone que llegar a la madurez implica compromiso, equilibrio, solidez... pero nada de esto es posible, por temor a la rutina. Aceptamos con desgana el desorden pero no queremos vernos viviendo la vida de nuestros padres. Los días pasan como balas y pocas cosas mejoran. Pero hay que despertar, los príncipes y las princesas sólo existen en los cuentos de hadas y que yo sepa, no estamos viviendo en un castillo.


Escena de Las muñecas rusas en la que Martine (Audrey Tautou) le explica a su hijo su particular cuento de hadas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

El amor es ruido

I was blind - didn’t see
What was here in me
I was lost - insecure
Felt like the road was way too long.


El amor es ruido, el amor es dolor. El amor es un campo de batalla, donde todo vale. El amor es tristeza, que sentimos una y otra vez. El amor persiste con el paso de los años, o no es amor. El amor es la verdad, el sentimiento que no es egoísta, que nos mejora. Sin embargo, por amor se mata, y por amor, también se muere. Es abierto y nos hace hacer cosas que nunca hubiéramos imaginado ni en nuestros sueños más bizarros. Evoluciona, nos eleva y llega un momento en que se quiebra, destruyendo todo lo que creó. El amor se esconde entre nubes, en las esquinas de la ciudad y hay personas que nunca lo encontrarán. Son personas que están ciegas, aunque sus ojos funcionen perfectamente. El amor es (o puede) ser sublime, pero nos empeñamos en vulgarizarlo hablando siempre de él, invocándolo. El sentimiento se transforma en sentimentalismo. Dicen que todas las canciones hablan de amor, puede ser, porque la música se lleva bien con él. Le da melodía a nuestra historia. Entonces, ¿el amor lo es todo? No sé si todo, pero sí que se ha descrito con todos los calificativos del mundo.

The Verve vuelve en un momento en que todos vuelven. Parece como si la música se hubiera quedado sin ideas y los que pensaron que ya lo habían hecho todo, descubre por arte de birlibirloque que aún tienen más que dar (o más que cobrar, nunca se sabe). Vuelve con pop, en el mejor sentido de la palabra, de ese del que los ingleses son inventores y genios. Y dedican su primera canción al amor, el tema por excelencia de todo popero que se precie. Cantan al amor ruidoso, dolido, nada mojigato (porque con la cara de Richard Ashcroft no se puede ser mojigato). Love is noise abre su disco Forth (2008) con muy buena pinta. Me recuerda a las canciones del Britpop de los 90, que tanto disfruté y que hecho un poco de menos. Se ha colocado en lo alto de las listas británicas y me alegro mucho (En España es impensable que un grupo así lo haga, porque ese puesto parece reservado para triunfitos y demás fauna). Os dejo el vídeo para que disfrutéis del amor con esta banda sonora.