jueves, 27 de agosto de 2009

Cándido o el optimismo

Sólo por gusto, haced que cada pasajero os cuente su historia, y si hay uno que no haya maldecido su existencia, que no se haya dicho muchas veces a sí mismo que es el más desgraciado de los hombres, echadme al agua de cabeza.

El joven Cándido escuchaba atentamente al sabio Pangloss. Sus palabras tenían sentido: Estando todo hecho para un fin, todo lleva necesariamente hacia el fin mejor. En su interior, un optimismo vital brotaba. Vivía feliz en el castillo de Thunder-ten-tronck, en Westfalia, al amparo del barón. No podía existir un lugar más agraciado. Su corazón estaba lleno de amor hacia Cunegunda, la hija de su señor. No había razones para pensar que algo podía torcerse.
El viejo Cándido trabajaba en su huerto de Constantinopla. Era una labor dura pero satisfactoria. Cultivaba cidras y pistachos con los que se hacían deliciosos dulces. Parecía escuchar las palabras del sabio Pangloss que decían que el hombre no había nacido para el ocio. En su casa le esperaba Cunegunda, otrora doncella de encendidos colores y ahora mujer desdentada, calva y fea, aunque de sangre noble. Al acabar el día, fue recordando los muchos y crudos avatares de su vida: prisionero de los búlgaros, naufrago, superviviente del terremoto de Lisboa, azotado por la Inquisición, perseguido por los jesuitas guaraníes, invitado del señor de Eldorado, engañado por los holandeses de Surinam, timado en Francia y perdido en Venecia. Aunque finalmente encontró el sosiego en tierras turcas. Lo importante era, sin duda, el final.

El optimismo no tiene que ver con el mundo exterior. Podemos padecer sufrimientos, vivir guerras, hambrunas, injusticias, persecuciones pero nunca pensaremos que esa es la regla general. Ese optimismo elegido es interno, propio y decidido a creer que lo mejor está por llegar. Al menos esto es lo que pensaba Cándido (Voltaire, 1759) y por más desgracias que le acontecían, era animoso seguidor de la filosofía del optimismo de Pangloss, discípulo de Leibniz. Voltaire al final de su vida escribió este relato repleto de sátira y humor para condenar el optimismo iluso, el que cree que vivimos en el mejor de los mundos y que todo lo que ocurre tiene un final feliz. Un libro divertido, pero también un catálogo de los horrores que una persona podía vivir en el siglo XVIII. Reconforta, al menos, pensar que no vivimos en el peor de los mundos, tampoco en el mejor y que todo puede mejorar pero también empeorar. Las causas de todos los cambios son tan variadas que normalmente se escapan de nuestro conocimiento. No hay que vencerse al pesimismo, porque nos conduce a la amargura, pero tampoco dejarse seducir por el optimismo, salvo que queramos la vida del pobre Cándido.

17 comentarios:

Eduardo dijo...

Yo soy un poco más acido en mi post... jejeje. Si es que tengo poca esperanza en la humanidad

Anónimo dijo...

Ser optimista es como la fe se tiene o no se tiene. Yo normalmente soy optimista, pero tampoco un temerario.

Saludos desde el sur.

El Deme dijo...

La vida tiene cosas buenas y malas, fifty-fifty. Lo interesante es que lo bueno lo disfrutes con humildad y lo malo lo lleves con dignidad.

CRISTINA dijo...

Todos somos tremendamente optimistas. De no ser así, en cuanto tuviéramos uso de razón, nos quitaríamos de en medio. Al fin y al cabo tener uso de razón supone saber que vivir es batalla perdida.
Lo dicho, demasiado optimistas somos...

Justo dijo...

Quién pudiera encontrar el equilibrio. Los extremos aquí son patéticos, me refiero cuando se mantienen como pauta de ánimo o de conducta.

La templanza es una gran virtud...

Un abrazo

desconvencida dijo...

Yo soy de naturaleza optimista, pero también una desconvencida, ¿es eso posible? :)

Javier dijo...

Bueno a pesar de la más que excelente referencia a "Cándido" de Voltaire, también podríamos afirmar que un optimista no deja de ser un pesimista bien informado, ya que de una información correcta nace un cierto estado de sosiego y de visión de conjunto que choca contra los tremendismos catastrofistas de los desinformados. No se si me he explicad.

Anónimo dijo...

La cita inicial es genial.
Hay que sentirse alguna vez mal para sentirse bien...

Merche Pallarés dijo...

Creo que todos los seres humanos, en el fondo, somos optimistas. Por eso aguantamos carros y carretas como nuestro Cándido, pero seguimos adelante seguros de que el sol brillará a la vuelta de la esquina... Besotes, M.

Capri c'est fini dijo...

*Eduardo, vaya, menuda coincidencia!!! Juro que no había leído tu post, pero finalmente me alegro de que hablemos sobre el mismo tema y el mismo Cándido. No me extraña que le tengas poca fe a la Humanidad, tal y como está el patio. Un abrazo.

*Jose, este libro no condena a los optimistas, sino a los que son cándidos optimistas... En el mismo texto lo digo, el optimismo no tiene que ver con el exterior, nace de nosotros mismo. Como la fe, tienes razón. Un abrazo desde el sur del sur.

*Deme, no sé si al 50%, a veces uno se fija más en las desgracias y otras en las alegrías. De cada una de ellas, el mundo abunda. Aunque normalmente nos alineamos según nos vaya. Un abrazo.

*Cristina, tampoco creo que reine el optimismo. Simplemente que hacemos nuestra coraza ante las muchas desgracias del mundo. Todo no nos puede afectar, no podemos dejarnos arrastrar por la ultrasensibilidad, porque si lo hacemos, o nos quitamos de en medio (como dices) o no podemos seguir. Un beso.

*Justo, la templanza es una buena virtud, qué razón. No me gusta la gente que pierde el control (Dexter dixit). Pero entre el pesimismo amargado y el optimismo cándido hay una serie de estados infinitos en los que podemos caer, según el día o la hora... Un abrazo.

*Claro desconvencida, claro que es posible. Yo también lo soy. A veces demasiado optimista y otra veces tremendamente desconvencido. Un besazo.

*Pe-jota, te explicas perfectamente como de costumbre. Pero tu argumento lo suelen utilizar los pesimistas, diciendo que son optimistas bien informados. Creo que hay cierta tendencia natural hacia una u otra opción, independientemente de las desgracias del mundo o incluso de las propias. Un saludo.

*Lúcida, me llamó mucho la atención cuando la leí. Es una escena en la que Cándido le cuenta a Cunegunda y a su vieja criada, las enormes desgracias que ha pasado. Y ellas a su vez han vivido desgracias aún mayores. Por eso, no se puede medir el sufrimiento... Un beso.

*Merche, no estoy seguro. Hay personas que sencillamente no pueden ser optimistas porque han vivido muy pocos soles en su vida. ¿La vida es un valle de lágrimas? Pues tampoco es eso, o al menos no siempre. ¿El sol siempre brilla? A beces hay demasiadas nubes que lo tapan. Un beso.

Uno dijo...

Uy qué claro lo teneis todos. Yo pesimista no soy porque me he dado cuenta de que te amarga la vida. Y eso si que no. Optimista tampoco pero porque no me dejan que si no...
Yo no, desde luego, pero ¿nadie piensa mencionar la ley de Murphy?

Te he estado cotilleando el blog y me gusta mucho. Pero ya veo que no soy el único.
Un saludo.

molano dijo...

Como por naturaleza no me veo pecando de Cándido, de lo que si me preocupo es de no ser pesimista. El pesimismo te amarga la existencia, como dice el amigo Uno, y no conduce a ninguna parte.

Abogada Soltera dijo...

Me considero pesimista a corto plazo y optimista a medio largo plazo... No es trastorno bipolar es, más que nada, que la incertidumbre pasados los días me parece divertida, interesante y me hace imaginar mil posibilidades...
Recién levantada no creo decir nada de interés para la humanidad (pesimista) pero ¡oye! que nunca se sabe...
Niño, un post muy interesante, como vos.

Anónimo dijo...

Me satisface más la aportación de Leibniz que la de Voltaire. :)

Daniela dijo...

Yo, que he tenido mis momentos de pesimista y amargada, hoy día creo que es mejor ser optimista que pesimista. Aunque fe en la humanidad, sigo teniendo muy poca.

Besotes.

Merche Pallarés dijo...

Mi querido Capri, lo que es fun-da-men-tal saber en la vida es que la famosa "FELICIDAD" la,la,la--NO EXISTE. Una vez que hayamos digerido, absorvido, asimilado, entendido este concepto y la dejemos de "buscar", entonces TODO irá sobre ruedas... El sol brillará, aunque existan nubarrones. Créeme. Besotes, M.

Capri c'est fini dijo...

*Uno, bienvenido a Capri. Me alegro que te guste, estás en tu casa para cotillear todo lo que quieras... Murphy y sus leyes son grandes pesimistas, creo yo. En realidad es lo que más abunda. Pero lo mejor es no estar ni en un bando, ni en otro. Ser un poco de las dos cosas. Un abrazo y espero verte por aquí muy pronto.

*Molano, no debes preocuparte de no ser pesimista. Es como preocuparte de no tener la gripe A... Creo que el optimismo/pesimismo (según el día) moderado es la solución. Cualquier extremo en este caso es peligroso. Un abrazo.

*Abogada, pues claro que no es transtorno bipolar, se puede ser una cosa y la contraria sin estar loco, porque en realidad no eres ni optimista, ni pesimista y ese sentimiento te nace según el día y las circunstancias. Estoy seguro que tú siempre tienes algo interesante que decir, independientemente de la hora del día en que estemos. Yo, de vez en cuando tengo mi gracia, pero también se desvanece como el humo de un mago... Un beso.

*Anónimo, creo que Cándido es una pequeña broma para ridiculizar una teoría, lo cual la hace más importante que si no existiera la crítica misma. Estoy seguro de que Leibniz lo entendería. Un abrazo.

*Daniela, pero ¿quién tiene fe en la humanidad así en abstracto? Pues muy poca gente (todos cándidos)... La fe hay que tenerla en las personas en concreto y creer en ellas, aunque a veces te lleves pequeñas decepciones. Un beijo.

*Merche, de nuevo eres la voz de la sabiduría. Esa idea tan sencilla es TAN DIFÍCIL de asimilar que a veces tardamos toda la vida en hacerlo y otras veces ni siquiera lo conseguimos. Me alegro que tú lo tengas tan claro. Muchos soles y muchas lunas para ti, guapa. Un beso.

*