domingo, 23 de agosto de 2009

La importancia de los objetos

Los objetos son los amigos que ni el tiempo, ni la belleza, ni la fidelidad consiguen alterar.

En esa casa tenía todos mis recuerdos. Habíamos invertido años de nuestra vida comprando cosas hasta que todo estuviera en su sitio. Sabía porqué fue esa cama y no otra la que elegimos, sabía dónde había comprado cada libro, cada cuadro, cada cojín. Todo tenía sentido. Me regocijaba poniéndome a prueba, a manera de juego, recordando precios, descuentos, rebajas e incluso fechas de adquisición. Exhibía orgulloso baratijas exóticas sacadas de un mercado lejano, legados familiares, gangas encontradas. Disfrutábamos de esa estabilidad que produce poseer objetos, por más que no existiera ninguno de extraordinario valor. Pero en el momento en que abandoné esa casa, los recuerdos se quedaron allí, alojados en el interior de dichos objetos. No me siguieron porque ya no los merecía. Me volví todo lo austero y parco que pude. Seguía comprando, claro está, la vida lo exige. Sin embargo, los nuevos objetos no servían de reemplazo de los antiguos, ni los quería, ni estaba dispuesto a aceptarlos. Los almacenaba como trastos inútiles y procuraba olvidar cualquier detalle sobre cómo, dónde y porqué aparecieron. Me resisto a encariñarme con nada, busco la vía fácil, ermitaño, frugal, simple. Mi existencia se quedó en esa casa, voluntariamente fue así. Quedó en sus cosas, en cada adorno de sus estanterías, en cada mueble. Ahora, de prestado, sufro una especie de reflejo de vida, de piso alquilado, de objetos que yo no puse allí, que no me pertenecen.

Imagen: Bodegón con cacharros de Francisco de Zurbarán (c. 1660, Museo del Prado, Madrid).

14 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Los objetos de la primera casa NUNCA se olvidan, y tienes razón, los que llegan despues ya no es lo mismo, no es lo mismo. Besotes, M.

molano dijo...

En la segunda casa uno se empeña en decorar con un estilo mínimal. Solo los objetos estrictamente necesarios. Un día, sin saber como, descubres que ese espacio que un día fué limpio y austero se ha ido llenando de nuevos objetos. No son muchos y son mas escogidos. Y si, son tuyos.

Santy Trombone dijo...

Pues yo no soy nada nostálgico en ese sentido. Me gusta cada cierto tiempo cambiar de objetos, cambiar la decoración... por ese motivo no suelo comprar cosas de mucho valor, así si me canso de ellas no me da pereza eliminarlas...

Javier dijo...

Siempre nos ligamos a los objetos, y estos acaban formando parte de nuestra educación sentimental, pero en medio de la baraúnda de cosas y trastos siempre hay algo que es más especial que el resto algo que guarda la esencia de lo que somos o quisimos ser algo unido a nuestra memoria más intima, el ascetismo está bien, pero con medida, como todo.

Arezbra dijo...

Nosotros los sentimentales...en fin...qué sería de los objetos si sólo fueran objetos y no encerraran recuerdos?
Yo todavía guardo cartas de cuando estaba en el instituto y cajas de zapatos de mis primeros trabajos.
Como todo; las primeras veces, las primeras ilusiones, las ganas del génesis de querer empezar a vivir y no saber por dónde hacerlo.
Yo más bien me encuentro en este momento ordenando todo de lo que no me he podido desprender.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Me ha encantado este relato. Muchas veces he sentido eso que tú has escrito. Mirando fotos, hace poco, me di cuenta de lo que ha ido entrando en mi casa... y que ya no sería tan mía si faltaran.

Abogada Soltera dijo...

Creo q no se echan de menos los objetos sino las historias que llevan aprejas. Cuando tuve q mudarme me entró verdadero estrés... Me provoca malestar no tener mis cosas... Incluso en el trabajo: no puedo trabajar si no tengo mis papeles, mi libreta, mis mil bolis...
Pero hay una cosa q siempre llevo allá donde vaya: mi colección de palabras.
Niño... besos de merienda

CRISTINA dijo...

Ay, Capri, una vez más dando ahí, donde más duele, donde más se disfruta...dando de lleno en los sentimientos. Esta vez en esos sentimientos que provocan "las cosas" que nos acompañan, que viven con nosotros, que nos recuerdan momentos y personas...

¡¡ay, mi pobre Reanult19 rojo, que ya se lo ha llevado la grúa...!!

Capri c'est fini dijo...

*Merche, es que las primeras veces siempre se recuerdan... y luego, el resto ya no es lo mismo. Con los objetos, con las personas, con los amigos, con los amores... Un beso.

*Molano, pasa siempre. Llega un día, normalmente el de la mudanza en que siempre piensas cómo has podido recolectar tantos objetos, casi sin querer. Lo minimalista me parece precioso en las portadas de las revistas de decoración pero es muy poco práctico para mí. Un abrazo.

*Calamarin, no es una verdad universal que andemos pegados a los objetos. Me imagino que disfrutas cambiando, pensando y repensando como será el próximo cambio. Es una buena excusa para hace fiesta de inauguración constantemente. Un abrazo.

*Pe-jota, no sirvo para ser asceta, porque hay cosas de las que no puedo prescindir. Me parece curioso como somos capaces casi de dotar de vida a los objetos depositarios de nuestros recuerdos. Fetichismo sentimental puro y duro, pero inevitable. Un abrazo.

*Arezbra, yo no soy especialmente sentimental o lo soy a rato, porque voy acumulando pero llega un día en que me desprendo de casi todo. Espero que disfrutes ordenando y clasificando tus objetos valiosos. Un abrazo.

*Lúcida, es cierto, una casa no es nuestra hasta que no la llenamos de nuestras cosas. Además la mayoría de los objetos se van sumando como por arte de magia, casi sin darnos cuenta. Es lo primero que nota uno cuando vemos las fotos antiguas. Un beso.

*Abogada, no me hables de las mudanzas, que sí que son un estrés, tienes razón. Algo de eso quería transmitir en mis palabras, los recuerdos encerrados en las cosas, que es lo que verdaderamente echamos de menos, no las cosas en sí. Me gustaría conocer esa colección de palabras de viva voz. Un beso.

*Cristina, es verdad, que estás muy sensible con tu R19... El pobre se lleva algunos de tus recuerdos, pero a veces no tenemos más remedio que prescindir de las cosas cuando no sirven, por más que las queramos. Es como si se murieran. Hazle un bonito funeral. Un beso.

Adrián Mariscal dijo...

Yo, aunque me ponga a prueba, no puedo recordar si quiera el precio de los últimos libros que he comprado, soy malísimo para esos detalles.

Un abrazo!

Capri c'est fini dijo...

*Adrián, yo en general también soy malo para los precios, generalmente para los números, peros para el resto de cosas como nombres, lugares, etc... tengo muy buena memoria. Aunque nunca compito conmigo mismo.

Un abrazo.

Justo dijo...

Siempre me llega lo que escribes, porque desnudas las situaciones hasta quedarte en la esencia.

Y cuando la situación es paralela alguna que he vivido o estoy viviendo, la emoción se redobla. Porque me hallo disperso entre varias casas, y la mía fundamental queda en una bruma, a la espera de una venta, con casi todos mis objetos acumulados allí. En mi caso los objetos no son tanto relojes ni jarrones como libros, revistas y discos, que se han quedado entre esas paredes, espectrales, como si fueran las caras de Bélmez.

¿Qué será de ellos, qué será de mí?
Un beso

El Deme dijo...

Los objetos nos recuerdan lugares que estuvimos y emociones que sentimos. Cuando voy a un pueblo o ciudad me gusta traerme un pequeño objeto, no de mucho valor, para recordar ese instante. De mi infancia guardo dos muñecos de plástico que me acompañan. Es como si me llamaran, me hablaran. Pero si tuviera que desprenderme de ellos tampoco creo que fuera un trauma...

Capri c'est fini dijo...

*Gracias Justo, eres muy amable. No hace falta mucho para recrear una sensación, sobre todo cuando la hemos vivido previamente. Y claro, si precisamente lo estás viviendo es lógico que te toque más. Hacemos acopio de muchas cosas y luego no sabemos que hacer con ellas pero nos resistimos a perderlas. Larga vida a tus objetos diseminados!!! Y a ti, por supuesto. Un abrazo.

*Deme, tienes razón. Tampoco hay que sacralizar nada. Si perdemos los objetos, pues se reanuda la marcha. No pasa nada. Sin embargo, sabiendo esto, seguimos recopilando objetos que nos recuerden que hicimos o quienes fuimos en un determinado momento. Un abrazo.