miércoles, 2 de febrero de 2011

El príncipe

Aquellos príncipes nuestros que durante muchos años permanecieron en su principado, que no acusen, por haberlo después perdido, a la fortuna, sino a su cobardía: porque, no habiendo pensado nunca en tiempos de paz que podían cambiar las cosas […], cuando después vinieron los tiempos adversos, pensaron en huir y no en defenderse; y esperaron que los pueblos, fatigados con la insolencia del vencedor, les reclamaran.

El príncipe (Nicolás Maquiavelo, 1513)

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El viejo dictador se pasó por la biblioteca antes de ir a dormir. Cogió, con algo de desgana, un pequeño libro encuadernado en piel y se lo llevó al dormitorio. Lo dejó en la mesilla de noche y abrió la cama. Miró su cara arrugada en el espejo y se sintió cansado. Había sido un día muy duro. No se atrevió a encender el televisor. Los gritos de la gente enfadada aún retumbaban en su cabeza como para conciliar pronto el sueño. Por eso tomó el libro, que había leído muchas veces, para intentar buscar soluciones que le aclararan las ideas. No sabía qué había cambiado. Había seguido fielmente sus directrices: es preferible ser temido a ser amado, ser cruel a ser clemente. Había tomado las adulaciones con desconfianza y las negociaciones con astucia. Seguía creyendo que el pueblo se deja llevar bobaliconamente por las apariencias y no había tenido escrúpulos para infringir sigilosamente determinadas reglas siempre bajo los intereses del Estado. Un libro que había sido inspirado por Lorenzo el Magnífico o Fernando de Aragón no podía equivocarse. Por eso no entendía los gritos, ni las pancartas de la multitud. Claramente, este país no era la Italia del siglo XVI. Probablemente estaba demasiado viejo, como decía la oposición.

Cuando los dictadores se dan cuenta de que no entienden nada a su alrededor es que llevan demasiado tiempo apoltronados en el poder. Y en vano, utilizan al ejército, a la policía y a los medios de comunicación a su disposición para no darse cuenta de lo que el pueblo quiere. Cuando la gente sale a la calle y desafía a un régimen, no sólo vence al dictador (ocurra lo que ocurra después), sino que vence a su propio miedo, que es la principal fortaleza de una dictadura. Maquiavelo y otros autores políticos, ensimismados en analizar la esencia de la autoridad, olvidan el poder del descontento popular. Una variable, que por ser difícil de cuantificar, especialmente en dictaduras, se llega a olvidar y que es el motor de los cambios. Nadie, ni en el mundo árabe, ni en Occidente, tomaba muy en serio el descontento del pueblo de Túnez, de Egipto, de Yemen o de Jordania. Quizá por eso seguimos tan perplejos como el viejo dictador las manifestaciones…

Foto: Manifestaciones en la Plaza Tahrir de El Cairo (2011).

5 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Excelente. Los poderosos se olvidan muy pronto de la reacción ciudadana y les coge de sorpresa. Este mundo necesita una Bastilla a lo bestia. TODOS los gobiernos, no solo los árabes. Y cuando los policías represores y militares "brainwashed" caigan del guindo y se den cuenta que ellos también son "pueblo" ¡como cambiaría esta situación insostenible para la inmensa mayoría! Besotes, M.

✙Eurice✙ dijo...

No deberiams mirar hacia otro lado, cuando el pueblo está descontento, tiene mucho poder, si los casi 5 millones de parados salieran a la calle con sus familiares y amigos, el gobierno tendría que darse cuenta de que somos nosotros los que tenemos el poder en las urnas y en la acción, solo hay que ponerlo de manifiesto.
Necesitamos una Bastilla le doy la razón a Merche Pallarés.
Me gustan los post que invitan a la reflexión.
Saludos!

Capri c'est fini dijo...

*Merche... más bastillas y menos pastillas. Te veo muy revolucionaria, pero es verdad lo que dices. Cuando se pierde la perspectiva, todo llega por sorpresa, que es lo que creo que ha pasado en los estados árabes. Y espero que siga la mecha de las manifestaciones... Besos.

*Eurice, bienvenida a Capri! A mí me parece muy bien lo k dices pero 5 millones de personas cabreadas y desesperadas pueden perder la razón facilmente... por eso me da miedo las grandes demostraciones de poder. Yo siempre he pensado en el poder de las urnas, pero es cierto que las opciones se van restringiendo en los actuales sistemas electorales. Sigue habiendo mucho que pensar...

Madame X dijo...

Qué lección de valentía y civismo nos han dado esos pueblos. Deberíamos tomar nota porque el dictador no siempre tiene la cara de un príncipe. A veces, es una nebulosa con acciones en Wall Street.

Capri c'est fini dijo...

*Madame, estoy contigo... más valentía que la de otros países que esperan pacientemente a que el dictador se muera. Me gusta lo de la nebulosa de Wall Street, ahora ya no se sabe ni contra quien se tiene que combatir. El problema no es que el dictador no sea en el fondo un príncipe, sino que se presente con forma de príncipe siendo en el fondo un dictador.
Un beso