martes, 18 de noviembre de 2008

El perro de Pávlov

Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba...


Después de unos días de experimentos, el perro de Pávlov se sentía aburrido:
Estar encerrado en una habitación, después de la primera emoción, es verdaderamente aburrido. Además hay un cristal en ella por el que creo que me vigilan. No sé muy bien a dónde quieren llegar y qué conclusiones pueden sacar de un perro encerrado en un sitio. A mí me da lo mismo, me alimentan, que es lo acordado. Sin embargo se han empeñado en tocar una campana momentos antes de que me traigan la comida. Debe ser una costumbre de los científicos. Me es totalmente indiferente, porque en este cuarto lo único productivo que puedo hacer es dormir y la campana me despierta listo para el almuerzo. No me quejo en absoluto, pero podrían haber elegido un sonido más agradable. No sé, Las cuatro estaciones de Vivaldi o algo de Mozart, por ejemplo. Si la campana me pilla dormido, me levanto de muy mal humor para comer y en este estado no se disfruta ni el mejor manjar. Si soy sincero, estoy empezando a odiar la campanita esa, porque es lo único que oigo a lo largo del día y es un sonido estridente y desagradable. En buena hora me embarqué en esta aventura. Le tenía que haber hecho caso a mi madre, que para estas cosas es muy sabia. Pero como me dejo influenciar por cualquiera que me causa buena impresión, así me luce el pelo. No soy yo de quejarme pero debería pedir el libro de reclamaciones por el asunto de la campanita. Aunque antes voy a echar una cabezada porque pronto vendrá el servicio de habitaciones con el menú del día.

Iván Pávlov fue un científico ruso que a finales del siglo XIX y principios del XX expuso la ley del reflejo condicionado, a la que llegó a la conclusión a través de una serie de experimentos con perros. La idea era sencilla, primero se observó que los perros salivaban abundantemente cuando se les mostraba comida o incluso únicamente el olor de ésta. Ocurría lo mismo cuando se les acercaba la persona que normalmente les daba de comer. Pávlov creía que esto se producía porque el animal lo relacionaba con la comida. Pero ¿y si usaban un estímulo neutral como el sonido de una campana? Día tras día tocaban la campana antes de dar al animal su comida. Y si bien nada ocurría con la campana, finalmente, el perro ya salivaba con el sólo hecho de oír ese sonido. Es decir, le había condicionado sus reflejos. Lo que Pávlov demostró, luego se aplicó a la psicología humana llamándose condicionamiento clásico o pavloviano.

El sabor de una magdalena, ese gesto de tocarse el pelo que sólo ella hace, la conversación que mantienen los protagonistas de esa película que tantas veces he visto, frases de un libro que leí cuando pequeño o los acordes de esa melodía que no puedo sacarme de la cabeza. Pequeñas imágenes, incluso flashes, que se quedaron prendidos de mi cerebro junto con una sensación. Estímulos que producen en mí reacciones en forma de sentimiento. Es un mecanismo simple, veo una escena de mi película favorita y enseguida me transporto al momento en que la vi por primera vez e invariablemente siento lo mismo cada vez que por casualidad la vuelvo a ver. Y así se produce una y otra vez, como la campana del perro de Pávlov, como la magdalena de Proust. Es curioso lo previsible que soy. Aunque me crea un autómata sofisticado, mis humildes engranajes de latón giran uniendo un diente a otro, una y otra vez, sin mayor misterio.

20 comentarios:

dvd dijo...

Claro... Ahora me explico lo del teclado lleno de babas al ver ciertos blogs... Si es que Pavlov es único...

JLO dijo...

Y si, es la verdad... pasa mucho con las peliculas...

y hasta con ciertas personas: hagan lo q te hagan siempre conservas ese cariño irracional...


salu2 master




POP LIFE

Merche Pallarés dijo...

Sí, la vida está hecha de esos pequeños engranajes que te traen recuerdos y vivencias: sea con una canción, una pelicula, un libro o una obra de arte. Curioso, ¿verdad? Besotes, M.

nomolamos dijo...

a veces es bueno ser previsible, asi nadie se lleva chascos,.... miralo de esa manera, jejjejeje
un beso guapo

Jesica dijo...

totalmente!!!
Me encantó. Beso enorme del otro lado del océano!!

senses and nonsenses dijo...

no sé muy bien qué comentar, pero me ha gustado mucho este post.

no debemos permitirnos perder la capacidad de sorprendernos...

un abrazo.

panterablanca dijo...

En general, los humanos somos previsibles (yo un poco menos porque soy medio felina, claro, jajajajajaja!!!). Es lógico, aprendemos por imitación, así que todos hacemos lo mismo de de la misma manera... bueno, vaaaaaaaaale, ya sé que estoy generalizando muuuuuuuuucho, jajajajajaja!!! Pero lo que sí es cierto es que el ser humano es un animal de costumbres, y eso nos hace previsibles a los ojos de los demás.
Besos selváticos.

pon dijo...

Pasa constantemente, con olor, un sonido, una canción, un color.......a veces tener esos recuerdos reflejos reconforta más que un sofá con mantita, a veces un recuerdo es como un abrazo apretado.

Capri c'est fini dijo...

*DVD, no sólo ciertos blogs... tendría que ir al médico por este preocupante exceso de salivación. Un abrazo.

*Jlo, tanto para bien como para mal, se utiliza el mismo mecanismo que para los prejuicios, una vez que te formas una opinión tiene mucho que cambiar para que tú cambies la idea inicial. Saludos.

*Merche, y no sólo referido a esas cosas, usamos ese sencillo mecanismo para la impresión que nos da la gente, hechos, situaciones... ¿Somos complejos o simples? Ese es el quid de la cuestión. Besos.

*Nomolamos, sí, habrá que resignarse, aunque mi sueño es ser un enigmático y polifacético malvado de James Bond, pero nada que no sé consigue por más que me empeñe. Muchos besos.

*Jessi, muchas gracias. Me quedo con tus ánimos. Besos.

*Senses, tienes razón, es una capacidad única que no podernos permitirnos el lujo de perder. Aunque también sé que por más que me conozca y más situaciones en que soy de lo más previsible, siempre encuentro algún punto en que me dijo: ¿y esto? y me sorprendo a mí mismo. Así que no todo está perdido. Un abrazo.

*Pantera, bueno, esto es como todo, también tiene su punto bueno es ser algo previsible, sin caer en convertirse en un ladrillo gris. Tú mismo necesitas saber como reaccionarás ante determinadas situaciones, eso nos ayuda y nos impide acobardarnos para enfrentarnos a ellas. Un beso.

*Pon, sí, sobre todo con buenas sensaciones, las sientes y tienes un doble placer, por el hecho de recordar una situación agradable y segundo por saber como actúas ante un estímulo predeterminado. Son mecanismos psicológicos que parecen complejos pero son lo más sencillo del mundo. Un beso.

Merche Pallarés dijo...

Mira yo sé que soy MUY simple pero la vida es más llevadera siendo así, los más complejos lo tienen más dificil... Besotes, M.

Justo dijo...

Entre las acciones de protesta que se convocaron contra la participación española en la invasión de Iraq hubo varias caceroladas, ¿os acordáis?

En una de ellas me asomé por la ventana, a la hora en punto, con una gran olla exprés y el consiguiente cucharón; comenzó el concierto vecinal -era por la tarde noche- y poco antes de concluir me sobresaltaron, a mi derecha, un par de atentos ojos fluorescentes.
¡Era un gato de tejado -yo vivo en el ático- que escuchando la cacerolada había pensado que le estaban convocando para comer! Por supuesto que le puse su plato: se lo había ganado a pulso.

Ahora sé que fue por un condicionamiento pavloviano.
Besos

Joaquín Campos dijo...

MIS MAÑANAS DE DOMINGO SON UN OLOR DE CAFE Y TOSTADAS...Y MERMELADA DE FRESA. DA LO MISMO LO QUE DESAYUNE.
SALUDOS...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me ha gustado tu forma de contar la magdalena proustiana y el perro de Paulov (desde su interior): todo un acierto.
Me atrevería a decir que de esa fusión nació gran parte del arte moderno.
Saludos.

El Deme dijo...

Es como si la vida fuese un guión de película con frases y gestos a repetir una y otra vez. Lo triste nos hace sufrir y lo alegre nos hace reír. Hasta que alguien diga ¡corten! o ¡a repetir, que ha quedado muy falso!

Anónimo dijo...

para mí los olores son el desencadenante de muchos recuerdos... hasta el café huele distinto en cada sitio de mi memoria.

Javier dijo...

No creas, siempre hy pequeños cambios, giros en el tiempo que van cambiando aquellos condicionantes que consideramos inmutables, aunque a simple vista nos nos parezcan perceptibles. Por otra parte hoy en día hay mucho Pávlov experimental, es que no quiero insultar a los pobres y sufridos canes,jajajajajaja, aunque esta sería otra historia.

Capri c'est fini dijo...

*Merche, yo para la mayoría de las cosas soy simple y pragmático, pero curiosamente para otras no me aclaro ni yo mismo... ésta es mi contradicción. Muchos besos.

*Justo, con tu experimento sacamos la conclusión que el condicionamiento pavloviano no sólo afecta a perros y hombres, sino también a gatos. Pero ¿y si el gato simplemente estaba secundando la prostesta por la injusticia que sería para los gatos iraquíes? En cualquier caso, se merecía la comida, por pavloviano, atento y reivindicativo. Saludos.

*Groucho, cuanto da de sí un desayuno como ese una mañana de domingo... debes levantarte cual perro pavloviano, jejeje. Un saludo.

*Pedro, muchas gracias, me alegro de que te gustara, sólo es poner palabras a los pensamientos de los verdaderos protagonistas (en este caso el perro). Es cierto que tanto la magdalena como el perro de Pavlov han dado mucha inspiración al siglo XX, porque son muy buenas fuente, dan mucho que hablar y escribir. Un saludo.

*Deme, yo a veces también pienso que la vida es como un ensayo o un rodaje y también a veces espero el grito de "corten"... pero nunca se produce. Lástima. Un abrazo.

*Lúcida, yo soy más de imágenes, pero es cierto que el olfato es el sentido más animal que tenemos y quizá el que menos desarrollamos. Así que cuando activamos esa memoria olfativa, es como un milagro de la Naturaleza. Muchos besos.

*Pe-jota, pues sí, todo tiende a cambiar a pequeñitos pasos casi impercebibles pero la sustancia del sentimiento sigue siendo la misma. Ya te digo, en mi caso, que no me quiero generalizar. En cuanto a los experimentos, no quiero ni pensar lo que el pobre perrillo pasaría con estos experimentos locos... Un abrazo.

Strawberry Roan dijo...

Lo mismo me pasa cuando voy en el metro y alguien, no sé quién, huele a la colonia de aquél chico que un día conocí; o el olor del carbón vegetal que se utiliza para quemar en las barbacoas, que huele igual que la ciudad de Lima (a harina de pescado); o con la cadencia de las notas musicales de alguna de las canciones de The Cure; o ...
Cuando esto pasa, me siento pequeño e insignificante, desprotegido, pero feliz.

Capri c'est fini dijo...

*Strawberry, uno se siente pequeño y dependiente de ese tipo de cosas. Es fascinante el mundo de la memoria olfativa, saca lo más animal que llevamos dentro, que es justo la parte que como humanos intentamos esconder más a menudo. Un saludo.

MariLince dijo...

Respecto de Pavlov y su manipulación con los animales para subir su ego científico e "inventar" alguna ley con sus regularidades etc. No se si alguien sabrá que poco antes de morir su mujer, ésta le confesó a su hija (una niña pequeña cuando los experimentos de su padre con perros, y que veía entrar a muchos animales pero no los veía salir...). La fea realidad que se escondía tras esos experimentos y los muchos animales utilizados y muertos por esta causa. La hija se volvió un poco neura cuando investigó lo que en realidad hacía su padre (como tantos científicos viviseccionistas, éstos aun peores, rechazó al padre y se convirtió en protectora de animales.