La piedra del suelo brilla como si estuviera mojada. El aire silencioso se acomoda en los rincones. Hay 33 capillas en el claustro alto, 33 por la edad en que murió Cristo y por ser el número máximo de monjas del Monasterio. Cada una de ellas cuando ingresa elige una capilla de la que se encargan de por vida, la cuidan, rezan frente a ella. "Esto no es un museo, es una clausura" nos advierte el guía. "Accedemos a una mínima parte del monasterio por deseo expreso de las religiosas y con licencia especial del Vaticano." Estos muros no fueron concebidos para ser visitados, sino para olvidarse del mundo. Por eso, los bulliciosos turistas guardamos silencio, sólo cortado por algún murmullo de admiración. Donde ahora paseamos, las grandes damas de la nobleza e incluso de la Casa Real española, cambiaban las sedas y los brocados por el hábito marrón de las clarisas. Ofrecían para ingresar una lujosa dote para la comunidad, frescos, lienzos, marfiles, dorados, tapices que hoy llaman la atención en las paredes blancas, en la madera o en el barro cocido de las salas. Mujeres que podían disfrutar de la vida acomodada la sustituyeron por la meditación y un jergón de paja para dormir. Aún hay mujeres enclaustradas como éstas en pleno centro de Madrid, en el Monasterio de las Descalzas Reales, cuidan de un huerto, limpian el suelo dos veces al día y rezan, como si nada hubiera cambiado desde que se abriera este lugar en 1559.
Cuando pones el pie en la calle, entras de golpe en el siglo XXI, lleno de prisas, de carreras, de citas; no andamos quietos ni un segundo, no hay que perder el tiempo... pero esto no siempre es así. Al lado de la frenética calle Preciados, de la Puerta del Sol, sobrevive el siglo XVI encerrado en el Monasterio de las Descalzas Reales.
11 comentarios:
Esto me recuerda que hace demasiado tiempo que no voy por Madrid.
Algo similar ocurre en Compostela. Pegado al bullicio de la Catedral y al maremagnum de turistas japoneses, estadounidenses, italianos, franceses y de la conchinchina, asomando a la plaza donde se dan macroconciertos y manifestaciones nacionalistas, ahí mismo, digo, sobrevive el Mosteiro de San Paio de Antealtares, con sus inmensos muros de granito y sus ventanas enrejadas, sustentados todos sus muchísimos metros cuadrados por siete -tan sólo siete- monjas de clausura.
Bonito post :)
Realmente es un espacio mágico que te transporta a otra época. Impresionante el cuadro de los 7 arcángeles y la "casita" de Nazareth que "trasladaron los ángeles" al monasterio. Lugar igualmente de traiciones y conspiraciones. Un lugar de obligada visita en las escapadas madriñeñas, nuevamente las piedras hablan.
Mira que he pasado veces por ahí, pero nunca he entrado, la verdad... imperdonable.
Un abrazo.
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*Pe-jota, Madrid siempre tiene algo que ver
*Gata:Los monasterios de clausura siempre me han fascinado por el hecho de la renuncia de los que ingresan. Aparte de la religión, yo creo que no podría.
*Amante:Perfectamente se podría rodar allí alguna película de intrigas palaciegas en la corte de los Austrias.
*Madame, saca un ratillo y entra algún día. Merece la pena, es una joya escondida en Madrid.
A mí me encanta la pinacoteca del convento, ¡es maravillosa! Y me pasma la pobreza de la arquitectura madrileña: el convento femenino más importante de la Villa en el XVII es un edifico bastante birrioso si se piensa en lo que se construía en otras cortes europeas (eso sí, nos podemos consolar pensando que ahí se hacía la mejor música: estaba Tomás Luis de Victoria de capellán...).
Lo que es un horror absoluto es el urbanismo que lo rodea.
Es mi visita pendiente, me has puestos los dientes larguísimos, a ver en junio cuando vaya a la feria...
Besos.
*Macarrones, los retratos son geniales, a veces conoces por nombre a los miembros de la casa de Austria pero ver como eran es genial. Bueno, el urbanismo de alrededor ayuda a ver el contraste, como bien dices, horroroso!!!
*Princesa, ni lo dudes si vas a Madrid, a mi también me ha pasado un montón de veces, que lo vas dejando y dejando, pero merece la pena. Un beso
Tiene que ser un sitio bien curioso, y mira que he pasado veces por delante en mis visitas a la capital, a ver si en la próxima me animo y voy...
Sí, descon, a mí me ha pasado igual, hasta que me decidí a ir... además tiene unos horarios muy raros y con grupos reducidos... pero merece mucho la pena.
Qué ganas de visitarlo!
Lástima que no nos dio tiempo antes de que lo cerraran el día que queríamos ver la expo de Guadalupe...
Ahora ya sé que no me lo puedo perder!
besos
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