Se levantaba todas las mañanas feliz y se iba al trabajo. Cuando se abrían las puertas, él siempre estaba en su puesto. Sus jefes felicitaban esta solícita actitud y sus compañeros estaban escamados con él, porque los hacía más vagos de lo que ya eran. Siempre vigilaba la misma sala, la VII, de un pequeño museo. No había grandes cuadros en la colección, pero en su conjunto no estaba mal. Cuando la sala se vaciaba de visitantes, que por su poca afluencia era a menudo, el vigilante realizaba siempre la misma acción: se paraba frente a un cuadro en concreto. Era algo más que una mera preferencia, verdaderamente amaba ese pintura y ni siquiera prestaba atención al resto de las que adornaban la sala. Repasaba cada día con su vista el marco, dorado y con espigas, con un recargado cartel en su base que lo titulaba con letras de molde: El rapto de Europa. Contemplaba los reflejos de la luz en el agua, las texturas de las telas y las expresiones de sus personajes: las damas horrorizadas, el toro con expresión pícara y la dulce Europa a sus lomos que miraba fijamente al espectador. Prácticamente nadie más le prestaba ninguna atención. Los guías turísticos se centraban en otros cuadros de la sala y salvo alguna mirada de soslayo, el vigilante era el único a quien Europa observaba. Esta situación, por otra parte, le agradaba mucho.viernes, 31 de octubre de 2008
El vigilante de museo
Se levantaba todas las mañanas feliz y se iba al trabajo. Cuando se abrían las puertas, él siempre estaba en su puesto. Sus jefes felicitaban esta solícita actitud y sus compañeros estaban escamados con él, porque los hacía más vagos de lo que ya eran. Siempre vigilaba la misma sala, la VII, de un pequeño museo. No había grandes cuadros en la colección, pero en su conjunto no estaba mal. Cuando la sala se vaciaba de visitantes, que por su poca afluencia era a menudo, el vigilante realizaba siempre la misma acción: se paraba frente a un cuadro en concreto. Era algo más que una mera preferencia, verdaderamente amaba ese pintura y ni siquiera prestaba atención al resto de las que adornaban la sala. Repasaba cada día con su vista el marco, dorado y con espigas, con un recargado cartel en su base que lo titulaba con letras de molde: El rapto de Europa. Contemplaba los reflejos de la luz en el agua, las texturas de las telas y las expresiones de sus personajes: las damas horrorizadas, el toro con expresión pícara y la dulce Europa a sus lomos que miraba fijamente al espectador. Prácticamente nadie más le prestaba ninguna atención. Los guías turísticos se centraban en otros cuadros de la sala y salvo alguna mirada de soslayo, el vigilante era el único a quien Europa observaba. Esta situación, por otra parte, le agradaba mucho.domingo, 26 de octubre de 2008
El tiempo cambiado

Estoy en 5 minutos, aunque esto no signifique nada, porque esos 5 minutos pueden ser 5 y parecer 5 horas o 5 siglos. Tic tac, tic tac, insoportable sonido que no cesa. No hay nada que pare el tiempo, sea una hora ligera o pesadas gotas de tiempo que caen lentamente. Días, horas, minutos, segundos, décimas o milésimas de segundo, todo en una irrefrenable cadena que no tiene fin. Ni la vida detiene el tiempo, porque nuestro tiempo puede acabar pero la vida sigue para el resto. El paso del tiempo nos envejece, oxida nuestras células y las va matando progresivamente, interesante milagro biológico, que se ha repetido de generación en generación y lo seguirá haciendo. Pasado, que guardamos en una caja de plomo dentro de nuestra cabeza, presente instantáneo que cuando lo procesamos ya no es presente y futuro que no llega. No hay flashbacks como en el cine, ni hay botón de pause. Nada detiene esta línea que como un raíl de tren sigue su viaje implacable. No quiero ni hacer referencia al llamado tiempo interior, que es solamente una patraña propia de filósofos y poetas. El tiempo real lo marca el reloj, da igual si es el único con el que contamos o si tenemos todo el tiempo del mundo. Su trabajo es hacer pasar el tiempo por su esfera y nada más, sin responsabilidades de ningún tipo.
miércoles, 22 de octubre de 2008
El crepúsculo de los dioses
Vídeo-montaje con escenas de este clásico del cine.
sábado, 18 de octubre de 2008
No sólo huesos
martes, 14 de octubre de 2008
Besos sin sentido
Estaba leyendo y me plantó un beso en la cara. Me miró pidiendo que la correspondiera y besé sus labios. Necesito una ración de éstos todos los días, ya lo sabes, luego vuelvo a por más, me dijo y se marchó a la cocina. La vi irse por encima de las gafas sin decir nada, aunque todas las preguntas seguían sin respuesta dentro de mí. Sentí como esos besos ya no significaban nada, los daba y punto. Eran parte de la rutina. Reconozco que algunas veces los recibía o daba con gusto, porque es agradable la sensación de besar, pero en este momento habían perdido toda razón de ser. Me molestaba pensar así, porque ella aún me miraba con ojos luminosos cuando acercaba su boca a la mía. Yo lo sabía y no era capaz de rectificar. Podría confesárselo, pero eso suponía acabar con todo y ella no lo soportaría. Sin embargo, estaba siendo injusto, porque nadie se merece unos besos huecos, como los que yo le daba. Era una mala persona por estar haciéndole daño precisamente a ella, por no contarle, por continuar besándola sin ganas de hacerlo, por no reconocer que todo había terminado aunque fuese en mi interior. Ahora volverá y me haré el ocupado, me buscará y cederé y así todo seguirá aparentemente bien. Pero no lo está. Antes era mucho más sencillo, amor sin condiciones, besos nacidos del puro sentimiento, gestos inocentes, sin calibrar. Hay personas que pierden su inocencia cuando comienzan las responsabilidades, con el primer hijo o con el primer trabajo o cuando descubren que el mundo no es el lugar que nos describen los cuentos de hadas. Yo perdí la inocencia cuando dejé de amarla.sábado, 11 de octubre de 2008
Los premios literarios

Los premios literarios son de dos tipos: los que premian a una obra, que aún está en el mercado y por lo tanto sirven como reclamo publicitario para los posibles compradores y los que se conceden al conjunto de una obra, como el premio Nobel. Si todo el mundo reconoce los motivos de los primeros, es más difícil con los segundos, porque ¿cuál es la razón de premiar a estos escritores? Me imagino a los miembros del comité de selección del Nobel, o del Cervantes, o del premio Príncipe de Asturias de las Letras discutiendo: este año le toca a una mujer, que no, que a un francés, pero a ese no, que llevamos a muchos novelistas seguidos... En fin, hablarán de todo menos de libros. Este tipo de premios institucionalizan un nombre y lo hacen conocido internacionalmente, creo que esa es su función principal, más allá de agradecer su contribución a la cultura a una determinada persona o a un movimiento literario. Es curioso, como de repente, se añaden a sus apellidos, un apelativo extra: el de Nobel y como por arte de magia se convierten en objeto de deseo de medios de comunicaciones, universidades, círculos literarios y editoriales.

No me resistía a poner esta magnífica foto de Henri Cartier-Bresson de 1965, donde retrata en París a Le Clézio y a su esposa, como la pareja perfecta de jóvenes intelectuales, existencialistas y sesenteros.
martes, 7 de octubre de 2008
Añoranza urbana
Fui al casco viejo porque allí la ciudad seguiría siendo la misma, alejada de los edificios nuevos de las afueras. Siempre he preferido los centros de las ciudades, donde todo cambia más lentamente. Llovía como suele llover, a poco, calando constantemente la ropa. La piedra hacía resbalar la lluvia menuda. Allí el tiempo estaba tal como lo dejé, gente con paquetes y bolsas de un lado a otro, paraguas que se asomaban tímidamente por las calles. Esa era la ciudad que quería ver. Una sonrisa detrás de un té con limón me dio la bienvenida. Era consciente de la fecha, pero mi mente, que es traicionera, me transportó algunos años atrás, a momentos felices. Es curioso como vamos olvidando la rutina o los malos ratos, para quedarnos sólo con los recuerdos agradables. Hablamos y hablamos de todo un poco, de entonces y de ahora, de los cambios de la vida, de gente que probablemente no veremos nunca más. Hablamos y reímos, con ganas, sin el pesar de mirar los años pasados, sin malas caras. La recordaba igual, agradable, sencilla, con los cambios justos para demostrar que el tiempo había pasado, pero sin que nada fuera irreconocible. Luego dejó de llover y me despedí, sin drama, hasta pronto. Me despedí con esa infame manía mía de no calibrar bien lo que siento en el momento, por lo que siempre me quedo corto. Volví caminando por calles familiares. En una tienda vi un cartel que siempre me hizo gracia, seguía ahí después de todo. Sonreí. Volví a casa con esta última sonrisa.
viernes, 3 de octubre de 2008
Vicky, Cristina y el país de los tópicos
Vicky (Rebecca Hall) es sensata, prudente y busca un amor sereno del que pueda disfrutar toda la vida. Cristina (Scarlett Johansson) quiere sorpresa, pasión, un hombre que le remueva la realidad y la saque de este mundo. Vicky y Cristina son dos mujeres insatisfechas que buscan un país donde sus sueños se hagan realidad. Pero los países nunca son como nos los imaginamos, ni siquiera la Manhattan que sueña Woody Allen es como él cree que es. Siempre hay mucho más. Y es este el problema de teorizar con los tópicos. Está bien para dar una pincelada, pero el tópico es desconocimiento y ninguna obra se debería basar en éste. Todas las mujeres y todos los hombres son como Vicky y Cristina, queremos pasión y serenidad, sentido y sensibilidad y cuando tenemos lo uno añoramos lo otro e incluso queramos ambas cosas a la vez. Si una muere de amor por un pintor bohemio e intelectual, esta situación nunca puede ser definitiva, porque llega un momento en que la experimentación nos cansa y queremos algo más convencional. Si la otra tiene un novio formal a la antigua usanza, es lógico que quiera sentir en su propio cuerpo un amor arrebatado y prohibido. Los seres humanos somos así de contradictorios. Incluso diría más, esta argumentación se viene abajo porque es una generalización y como todas, hacen aguas cuando encuentran a una persona que no la cumple.
