lunes, 9 de febrero de 2009

Las despedidas siempre son tristes

Sólo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor.


Odio las despedidas. Me di cuenta de ello el día en que yo mismo dejé de cumplir las falsas promesas que siempre se hacen cuando uno se despide: te llamaré todos los días, te escribiré, todo será como siempre... Consciente o inconscientemente sabemos lo efímera que son estas promesas, pero aún así no empeñamos en hacerlas, convirtiendo las despedidas en algo más definitivo, más separador. Una parte de nosotros también se despide en cada despedida yéndose prendida en la persona que parte.
La despedida más triste que he vivido, no la viví yo, bueno sí, quiero decir que no fue mi despedida, aunque en realidad yo también estaba allí para despedirme. Fue hace unos años en una estación de autobuses. Despedía a una amiga y aunque no me guste despedirme, no se me hubiera ocurrido no acompañarla hasta allí. Después de todo aquello de nos veremos pronto y buen viaje, me senté en un banco a ver como el autobús se iba. Como mi amiga andaba ocupada colocando maletas, buscando su billete en su enorme bolso y localizando su plaza, yo observaba al resto de viajeros. Y allí estaba ellos como si no quedase más personas en el mundo. Una parejita joven fundido en un abrazo. Ella con los ojos hinchados de llorar y él aguantando las lágrimas. No escuchaba lo que decían, pero seguro que era te llamaré todos los días, te escribiré, todo será como siempre. Se besaban apasionadamente como si estuvieran fuera del mundo, como en una burbuja ajena al ir y venir de viajeros entre humo negro de tubo de escape. La burbuja se pinchó con un berrido del chófer que respetaba más la puntualidad que todo aquel sentimentalismo. La chica subió apurada y el autobús se fue. El chico se cruzó conmigo, que seguía en el banco, buscando la salida. Cuando pasó a mi altura, vi como le caían dos auténticos lagrimones, redondos, enormes, resbalando por sus mejillas. El azar hizo que él y yo fuéramos en la misma dirección en aquel enorme intercambiador. El chico, delante de mí, caminaba con la cabeza gacha y las manos metidas en los bolsillos de su abrigo. Tenía aire de funeral, dando pasos lentos, como si fuera a caer fulminado allí mismo. Ambos cruzábamos un largo pasillo alicatado de azulejos blancos hasta la vía del metro, con la única compañía de un violinista al fondo de él. La escena era de cine, el enamorado al final de la película, con banda sonora de violín, encara su futuro. El chico sacó una de sus manos y se secó los ojos. Y con ésta, lanzó una moneda a la gorra que el músico agradeció con un gesto de cabeza. Dobló la esquina y se metió en el vagón que acababa de llegar. Como iba algunos pasos por detrás, no llegué a coger ese metro, que cerró sus puertas en mis narices. Aún se oía la melodía de violín y entre los cristales vi al chico con la mirada perdida. Sólo faltó un fundido en negro en el que asomaran las letras FIN.

Y aunque esta entrada huele a despedida, no lo es. Mi recuerdo de Capri sigue demasiado vivo como para que pueda darle un carpetazo. Sigo, de momento, despidiéndome de la isla que ya no existe.

3 comentarios:

Capri c'est fini dijo...

He borrado accidentalmente esta entrada, así que con ella se han borrado todos los comentarios... pero no podía quedarme así porque perderlos es lo peor de perder una entrada. Así que con vuestro permiso copio del caché los comentarios que me hicisteis en su momentos, para que queden siempre.

Un saludo y perdón por mis torpes manos.

Capri c'est fini dijo...

28 comentarios

Merche Pallarés dijo...
¡Me han saltado las lágrimas, querido Capri! Es que yo tambien ODIO LAS DESPEDIDAS. Toda mi vida ha sido una larga serie de despedidas... Entiendo muy bien ese sentimiento que te desgarra el alma. Pero en el cuento de los jóvenes enamorados, ella no se iría muy lejos si iba en autobus y, hoy en dia, siempre queda internet para seguir en contacto... Besotes, M.

9 de febrero de 2009 6:42
nomolamos dijo...
nunca se puede decir definitivamente... quien sabe... la vida suele dar sorpresitas....
además siempre hace más el que quiere que el que puede....
besitos guapo

9 de febrero de 2009 11:37
leo dijo...
...capri, amigo mío...me hiciste recordar la despedida que le dí a mi ciudad de origen, sí porque también nos despedimos de lugares, de ciudades, de caminos, calles y casas...hoy no sé lo que dolerá más....es diferente, pero duele, también....

me gustan tus apartes, me dejan sentimental muchas vezes...no siempre te comento, pero te acompaño asiduamente...

un abrazo

9 de febrero de 2009 15:32
el centollo mecánico dijo...
¡Omeeeeeeeeee! ¡un paisano!!! que alegria que me das, ya empezaba a perder la esperanza de encontar un cañailla entre tanto blogger...jajaja....y ademas tu blog es muy interesante y esta muy currao, te meto a favoritos del tiron...un abrazo y cuidao con los boquetes de la calle real jajaja

9 de febrero de 2009 16:22
Lula Fortune dijo...
Me he pasado la vida despidiéndome: a los 15 años, de todos mis amigos de infancia porque mis padres se iban de la ciudad por motivos de trabajo. A los 17 de los nuevos compas de estudios que se iban a estudiar a lugares lejanos. Después tocó a los amigos del alma de la Universidad. Más tarde a los colegas de trabajo que fui dejando aquí y allí en mi deambular. Y en medio, viejas tías que se van para siempre, abuelas con olor a talco y primos que se alejan montados en caballos blancos.
Quizás por eso, he aprendido a no ponerme triste en las despedidas. A verlas como una espectadora de la vida que te lleva y te trae cosas distintas, ni mejores ni peores. Es nuestro destino, despedirnos siempre.
Me ha gustado tu entrada. Besos y abrazos.

9 de febrero de 2009 18:57
Capri c'est fini dijo...
*Merche, bueno, ya somos dos que odiamos esa situación, por otro lado inevitable en la vida de cualquiera. Y aunque Internet o el móvil sirven para acercarnos más, nada puede compararse al contacto personal... no crees? Besotes.

*Nomalamos, bueno, tienes razón, nunca se puede decir definitivamente a algo, pero normalmente la vida nos lleva por caminos diversos y aunque se haga lo imposible para que no se extinga la llama, a veces es inevitable (por más que se quiera). Que la vida te dé muchas sorpresa, guapa.

*Leo, claro que se puede despedir uno de un lugar, es más es de las cosas que más duelen y que luego se echan más en falta. Gracias por acompañarme, aunque sea silenciosamente, se te siente cercano igual. Un abrazo.

*Centollo, jajaja, bueno, yo también pensé que no encontraría a otro cañailla por estos cibernéticos lares. Me alegro de que te haya gustado el blog, el tuyo también está muy bien. Seguimos en contacto, vale?
Un saludo y cuidate tú tb de esos boquetes.

*Lula, a mí también me ha gustado el relato de tus despedidas. Como tú, creo que estamos condenados a despedirnos continuamente bien sea de personas o de lugares. Lo que me sorprende es que hayas aprendido a no ponerte triste, menudo autocontrol, yo aún sigo intentándolo, maestra. Un beso.

9 de febrero de 2009 21:07
Anónimo dijo...
¡Te vas porque yo quiero que te vayas!
¡A la hora que yo quiera te detengo!......

No te vayas a divorciar de mi por esto, jajajajajjajajajjajajaja

Muchos besos

9 de febrero de 2009 21:39
Lúcida dijo...
He podido imaginar los pasos del pobre chico, hasta escuché la música...
Cuántas personas no supieron ver lo que tú nos cuentas...

Besos

9 de febrero de 2009 23:30
arguifonte dijo...
El año pasado fui a recoger a la estación a un ex- que ya tenía ese prefijo. De repente me vi rodeado, sin exajerar, por media docena de parejas besándonse, algunas mezclando lágrimas con babas. La escena me pareció hermosísima. Es más, seguro que mañana vaya a esa estación. Miraré a qué hora salen los trenes...

10 de febrero de 2009 0:09
cure of love (ausente) dijo...
Muy bonito Capri. Sobre la entrada anterior te recomiendo que leas Los límites, de M M Clemente, editorial la garúa, un magnífico libro sobre lo inestable que son las cosas, incluso las despedidas y los finales.

Saludos

10 de febrero de 2009 12:40
senses or nonsenses dijo...
es que, hemos visto muchas películas, no hay nada más cinematográfico que una despedida en una estación de tren. yo tb he llorado mucho, sobre todo si sabes que ese es el final, que ya nada será lo mismo.

un abrazo.

10 de febrero de 2009 14:05
Capri c'est fini dijo...
*Jajajaj Anónimo jajajaj te mando los papeles del divorcio para que los firmes...

*Lúcida, lo más curioso es que aquel chico nunca sabrá que alguien le estuvo observando y al cabo del tiempo escribió sobre ello. Besos.

*Arguifonte, estaciones de tren o de bus, aeropuertos... en fin todos sitios muy tristes pero también muy alegres... Cuando uno se siente así rodeado de pareja, la soledad parece mayor aunque sea la misma, no crees? Un saludo.

*Cure ausente, me apunto la recomedación, yo también soy de la opinión de lo inestable que puede ser la vida... te ocurre algo de repente y te la puede volver del revés. Un beso.

*Senses, como decía un amigo, qué daño han hecho las películas (porno, decía él). Sí, a veces, se sabe que es el final por más que te engañes con falsas promesas. Es inevitable. Un abrazo.

10 de febrero de 2009 16:57
@ELBLOGDERIPLEY dijo...
Odio las despedidas también, y con ganas. Especialmente las despedidas en los no-lugares (bueno es un término que han inventado los periodistas, y se refiere especialmente a las "zonas de paso", las zonas muertas de los aeropuertos, que son aún peores). Las despedidas en trenes y autobuses, tienen algo más de clásico (mi despedida favorita en cine, es "Los Girasoles" de Vittorio de Sica, Sofía Loren-Mastroianni). Pero bueno, ahora las modernas estaciones de tren, son muy parecidas a aeropuertos, también...

Ahh, ¡Que eres cañaílla!, ejejje. Muchas veces me he bajado en tren allí, en tu pueblo:-), y por allí cerca, de más chico, un vendedor de cañaíllas me enseñó cómo se sacan de dentro, unas de otras, con el extremo de la concha. Puuuf, qué ricas.
Un abrazo.

10 de febrero de 2009 17:00
Sibyla dijo...
Cuando te leo, Capri, pienso que eres una persona afortunada...Tienes la maravillosa capacidad, de encontrar poesía, belleza, sentimiento, arte en definitiva, en cualquier situación que surge en tu vida y te toca vivir.

Siempre tendrás una biblioteca de estrellas en tu colección particular de quimeras.

Un beso gordo, ah! y no se te ocurra despedirte...
Te necesitamos!

10 de febrero de 2009 18:03
princesadehojalata dijo...
Capri, capri, capri, peo qué bien escribes! es terrible despedirse algunas veces. A mí me gusta más recibir, por eso montamos Angéline y yo la empresa de besadoras de aeropuertos, estaciones y andenes. Nuestra especialidad son los abrazos voladores. Un día, esperando a un viajero (con cartel y todo los recibimos) ví el reencuentro de dos chicas...cómo se miraban, casi sin hablarse una le acariciaba el pelo a la otra como diciéndole, cuánto ha crecido desde que nos despedimos!
A veces es bonito que de tiempo a que crezca el pelo, así el reecuentro se enriquece. Otras veces es incluso necesario.
Yo acabo de cortármelo. Pero yo no cuento en este cuento.

Muchos besos.

(abuelas con olor a talco! grande Lula)

10 de febrero de 2009 19:13
Vivian dijo...
A mí las despedidas siempre me ponen triste, cuando es otra persona la que se despide, y cuando soy yo la que lo hago. Por cuestiones de la vida, me ha tocado despedirme muchas veces de personas que habían compartido su vida conmigo durante un tiempo y que se marchaban, las primeras veces, la tristeza se mezclaba con la esperanza de mantener el contacto, después, con el tiempo, descubres que esa esperanza es una quimera imposible, y sólo queda la tristeza.
Me gustó y conmovió tu relato, y curiosamente me recordó la misma película que a uno de tus comentaristas, una de esas despedidas que encogen el corazón, la Loren en una estación viendo como se aleja un tren llevándose su esperanza de ser feliz en el amor, “Los Girasoles”, gran película, y como dice una buena amiga, nadie llora como la Loren en “Los Girasoles”.

Un beso

10 de febrero de 2009 19:17
Capri c'est fini dijo...
*Ripley, me gusta ese concepto de no-lugares... muchas veces lo he pensado... cuanta épica tienen esos no-lugares, son máquinas de contener emociones... por eso cuando voy a uno siempre estoy atento. Y sí, soy cañailla y también me gustan las cañaillas. Si te enseñaron a sacar lo del fondo, te quedaste con lo mejor, porque lo mejor de ellas siempre está al fondo. Qué ricas!!! Un abrazo.

*Sibyla, pero qué cosa más bonita me has escrito... de verdad, no me siento tan afortunado aunque busco quimeras y estrellas por todos lados. Por ando siempre con mil ojos en cualquier sitio, porque al fin y al cabo hay más poesía de la que creemos en el mundo. Muchas gracias, no tengo palabras. Un beso.

*Princesa, ni punto de comparación tiene el recibir, qué todo es alegría y sonrisas y si vienen con abrazos (profesionales o no) pues mucho mejor. Precisamente lo malo de las despedidas es saber que no vas a ver como crece ese pelo o si de repente le da la locura y se lo corta (como tú?). Espero que esté contenta con tu nuevo pelo. Un beso y muchas gracias por tus palabras.

*Vivian, es exactamente como dices, las primeras veces se mezcla la pena con la esperanza y poco a poco la esperanza va siendo menor hasta que lo único que queda es la pena de despedirse. A algunos nos llaman pesimistas, pero es que ocurre así. Y en cuanto a la película... me la apunto con muchas ganas de verla. Desde luego, qué calidad de comentaristas tengo, joer, que ni me lo merezco. Besos.

10 de febrero de 2009 22:22
M.Eugenia dijo...
No todas las despedidas son malas,solo las que sabes que son definitivas por muchas palabras que se digan.
Estoy deacurdo con Leo,a veces despedirnos de algo inmaterial es mas duro.
Saludos

11 de febrero de 2009 1:47
Silencio y las luces delatoras en el hielo dijo...
creo que un hasta luego debe ser suficiente, se escribe, a veces no, y un día se encuentran en otro lugar, más grandes, y el saludo da gusto, como encontrar un pedazo de comida favorita guardada en el refri, no sabe igual, pero siempre se disfruta, así se debe disfrutar a la gente, se va, viene y al final no importa que no se hayan escrito diario si en algun momento se acuerdan y se siente bien el recuerdo

11 de febrero de 2009 18:00
RFP dijo...
Yo la única forma que he tenido de poder controlar la afectividad en esas ocasiones es la negación. De hecho, nunca me quedo hasta el final, siempre me voy antes. Y pensar en que se cierra algo que tenía que haber terminado muchísimo antes... me acabo de acordar de la última y en realidad fue una liberación. Por más que tardara en darme cuenta.
Besos.

11 de febrero de 2009 22:55
Sintagma in Blue dijo...
La vida es una despedida continua...

12 de febrero de 2009 20:55
Capri c'est fini dijo...
*M Eugenia, bueno, si no te juegas nada en la despedida porque va a volver en breve, pues claro que es triste... aunque no estoy del todo de acuerdo en que sean más triste las despedidas "materiales" que las "personales"... es según te encuentres. Un beso.

*Silencio, yo siempre he pensado así, no por escribir más se echa más de menos. La prueba de fuego es el reencuentro, si te sientes tan a gusto con la otra persona como si no se hubiera ido, es que lo echas mucho de menos. Si notas como si fueran dos extraños que se encuentran, ya puedes despedirte para siempre... Un saludo.

*RFP, yo he pensado en no agotar ese momento e irme antes cada vez que he tenido una despedida relevante, pero NO PUEDO. Es superior a mí, cualquiera diría que me gusta sufrir, pero no puedo evitarlo, me entra complejo de culpa. Y a veces son una liberación, estoy de acuerdo, pero eso te das cuenta a posteriori, porque ¿quién puede quitarle la connotación triste a las despedidas? Abrazos.

*Sintagma, sin querer enmendarte... la vida es un continua despedida... rumbo a la muerte. Un abrazo.

13 de febrero de 2009 11:48
pe-jota dijo...
Yo también odio las despedidas, menudo original que soy, pero siempre me entristecen.

15 de febrero de 2009 20:32
Capri c'est fini dijo...
*Pe-jota, es un sentimiento muy universal, lo raro sería lo contrario. Un saludo.

16 de febrero de 2009 15:35
Caronte dijo...
En mi última despedida lloré como un niño chico. Afortunadamente no fue el fin.

1 abrazo.

16 de febrero de 2009 20:43
Capri c'est fini dijo...
*Caronte, pues me alegro de que esas lágrimas sirvieran para espantar un final... Un fuerte abrazo.

17 de febrero de 2009 13:18
Maribel dijo...
Hola!

me ha encantado este relato, lo he imaginado y hasta sentido ... me has emocionado gratamente.
Escribes de fábula ...
Saludos,
Maribel.

12 de marzo de 2009 15:43
Capri c'est fini dijo...
*Gracias Maribel, eres muy amable y me alegro de que te haya gustado y sobre todo emocionado. Este era un relato de emoción. Muchos besos.

12 de marzo de 2009 21:13

Javier dijo...

Ya decía yo que me sonaba, jejejejejeje, cosas que pasan.